Confesiones de un buzo rústico

El trabajo de buceo comercial con frecuencia es ejecutado por buzos con escafandra que utilizan una mezcla respiratoria suministrada desde la superficie. No obstante, los buzos que utilizan gas comprimido pueden realizar algunos trabajos bajo el agua. Independientemente del sistema que utilice el buzo, el equipo de apoyo en la superficie es una parte fundamental de su seguridad. CHRISTIAN VINCES/SHUTTERSTOCK

UN AMIGO, QUE ES BUZO COMERCIAL, ME DIJO HACE AÑOS que las personas como yo —buzos deportivos que hacen trabajo de buceo comercial— a menudo son conocidas como “rústicas”.

Siempre me sentí cómodo bajo el agua y, a los 78 años, aún es así. Estoy familiarizado con la máxima: “hay buzos mayores, y hay buzos audaces, pero no hay buzos mayores y audaces”. En mi experiencia en el buceo con aire comprimido me he ajustado a esa descripción de rústico, ya que he tomado algunas decisiones cuestionables y me las he arreglado para sobrevivir siendo demasiado osado más de una vez.

Hace muchos años perseguí un sueño y me convertí en parte de una empresa incipiente de mantenimiento bajo el agua en St. Croix, Islas Vírgenes de los Estados Unidos. Bucear allí era lo que más amaba en la vida; cada momento en que no estaba trabajando lo pasaba buceando por gusto en los arrecifes de St. Croix. Esto fue en 1972, cuando había abundancia de corales cuerno de ciervo y cuerno de alce y algunos otros buzos en la isla.

Nuestra empresa fue contratada para limpiar los lados de superpetroleros (VLCC, por sus siglas en inglés). Un VLCC completamente cargado atrae hasta 27 metros (90 pies) de agua y tiene aproximadamente 305 metros de largo (1.000 pies) y 61 metros (200 pies) de manga. Una tarde estaba operando una unidad de limpieza manual hidráulica diseñada para limpiar áreas pequeñas como hélices. La cabeza de limpieza estaba cubierta de cerdas de acero y era controlada con una manija con puño giratorio. Después de unos 15 minutos de limpieza a unos pocos metros debajo de la superficie, me cansé un poco y estaba listo para detenerme un rato. Pero cuando intenté girar la manija para desconectarla, no pude moverla. Su superficie estriada era inadecuada para controlar el dispositivo con eficacia, y mis manos fatigadas simplemente no podían hacer que se moviera.

No teníamos ningún medio de comunicación entre el buzo y el marinero de cubierta. La máquina lavadora estaba girando rápidamente, y el esfuerzo por contrarrestar el torque, junto con mi fuerte respiración a través de una vieja segunda etapa Calypso, me estaba agotando. Soltar la lavadora no era una opción —tenía un par de vueltas de mangueras hidráulicas alrededor de mi cuerpo, lo que podría provocar una situación peligrosa—.

Me alejé de la embarcación para intentar atraer la atención del marinero de cubierta. El marinero cortó la alimentación eléctrica del dispositivo en el momento oportuno, y pude regresar a la superficie. Si no hubiera desconectado la alimentación en ese momento, las consecuencias podrían haber sido desastrosas para mí.

Lecciones aprendidas: asegúrese de que haya un método de comunicación disponible, controle el equipo importante antes de usarlo y no se enrede. Mejoramos el puño giratorio recubriéndolo con cuerda antes de usarlo otra vez.

Después de un par de años en St. Croix, me mudé nuevamente a San Francisco, California. Había hecho algunos cientos de buceos para ese entonces, así que me convertí en el buzo no oficial de la empresa e hice muchos buceos en buques de diversos tamaños.

Bucear en VCLL suponía descender a unos 29 a 30 metros (95 a 100 pies) y consumía un tanque entero de aire en un poco más de 30 minutos. La visibilidad era normalmente mala, y nos desplazábamos por el fondo plano siguiendo las soldaduras de placas hacia adelante y hacia atrás, nadando con la corriente que estuviera presente. Después de media hora a unos 29 a 30 metros (95 a 100 pies), salíamos a la superficie en la proa o la popa y regresábamos a nuestra embarcación de apoyo. A menudo hacía el buceo a 48 kilómetros (30 millas) de la costa, regresaba para almorzar y luego me dirigía al aeropuerto para tomar un vuelo a San Francisco. Como dije, en ese entonces era un buzo bastante rústico, dichosamente ignorante de los procedimientos de seguridad que en la actualidad se aceptan mundialmente.

Mi segundo encuentro cercano con la muerte se produjo en el puerto de San Francisco. Después de consumir casi la totalidad de un tanque, estaba en el muelle y pensé en echar un vistazo rápidamente en medio del barco para comprobar la condición de la pintura del casco. Ingresé al agua solo y nadé por delante de la curva de pantoque para revisar el fondo —e inmediatamente me volteé sin tener idea de dónde era adelante, la popa ni el costado.

En lo alto, en el fondo del barco, mis burbujas eran cuerpos plateados en mi linterna, pero yo estaba lo suficientemente lejos debajo del casco para no ver ninguna luz ambiental. Tenía algunas decenas de kilos de aire y sabía que no me quedaba lo suficiente para llegar a la proa o la popa y probablemente tampoco para cruzar al otro lado. Me detuve y con la mayor calma posible evalué la situación.

Al observar que mis burbujas en el casco estaban desplazándose en una dirección, decidí seguirlas. En un minuto pude ver el tenue brillo de una luz verde en la dirección en la que estaba nadando cuando apagué mi linterna. ¡Era mi salvación! Después de otro medio minuto ascendí al lado del barco con mi tanque vacío. Esa fue una situación en la que me salvé por un pelo.

Lecciones aprendidas: nunca bucee solo, no lo haga con un tanque vacío y tampoco en un entorno con estructuras situadas por encima de la cabeza sin haber recibido la capacitación apropiada.

Otro día mientras trabajaba debajo de un gran buque, mi compañero y yo fuimos lanzados súbitamente por un torrente de agua que se precipito debajo del casco. Fui lanzado a través del casco, volteado de cabeza y quedé completamente desorientado hasta que salí despedido del otro lado entre los pilotes del muelle.

Después de lograr salir a través de los pilotes, terminar entre el casco del buque y el muelle, encontré una escalera y me las arreglé para alcanzar el muelle, donde mi compañero estaba esperando. Pronto descubrimos que una embarcación de reabastecimiento acababa de alejarse del embarcadero cercano; el chorro de la hélice nos había lanzado a través del casco. Este fue otro incidente que podría haber sido desastroso.

Lecciones aprendidas: asegúrese de que el equipo de apoyo en la superficie advierta a otras embarcaciones que se acerquen que hay buzos en el agua.

Al mirar hacia atrás, fui realmente estúpido en demasiadas ocasiones. El mejor consejo que puedo dar es disfrutar del buceo, pero también ser reflexivo, proactivo y seguro. Es bueno llegar a mi edad y aún poder disfrutar de algunos buceos más.

© Alert Diver - Q4 2022

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