“Hoy aprendí que no puedo practicar buceo de rescate”, afirmé por teléfono mientras me iba de mi curso de buceo de rescate. A pesar de tener un instructor bien informado y de estar segura de mis habilidades en un principio, me fui sintiéndome derrotada. Las habilidades necesarias en una situación de rescate —que incluían nadar en la superficie y, simultáneamente, proporcionar ventilaciones de rescate y quitar el equipo de buceo tanto de la víctima como del rescatista— no me estaban resultando sencillas, especialmente si mi compañero de buceo era más grande que yo.
Las reglas y las técnicas del buceo de rescate parecían apropiadas para personas con un tipo de cuerpo y habilidades diferentes —yo soy una mujer menuda de 1,62 metros (5,4 pies) de altura. Practicar rescates fue, en el mejor caso, difícil y, en el peor, casi imposible.
A medida que avanzamos con la capacitación de buceo profesional en los años siguientes, continué realizando escenarios de rescate y completé los requisitos después de mucha práctica, pero sentía que no podría hacerlo en una situación del mundo real.
Un director de curso de mi capacitación de instructor cambió todo; me brindó orientación y atención personalizada, lo que me permitió desarrollar técnicas y modificaciones que hicieron que el rescate se volviera mucho más accesible.
La maniobra “do-si-do” es riesgosa
La maniobra “do-si-do” es un agarre de rescate que permite al rescatista controlar la vía aérea de un buzo accidentado mientras lo arrastra hacia la costa. Mis brazos son demasiado cortos para poder realizar esta técnica correctamente, y no podía lograr una posición apropiada con la vía aérea abierta. Moví mi agarre a la base del cuello del buzo, lo que me permitió tener un mejor manejo, control de la vía aérea y posición de nado. Una máscara de bolsillo me ayudó a proteger la vía aérea abierta y proporcionar ventilaciones de rescate sin cambiar mi posición en el agua, por lo que pude ahorrar energía.
Posición de flotación
Mantener a un buzo con una flotabilidad negativa por encima de la superficie me hacía bajar el ritmo y disminuía mi eficacia al nadar un largo tramo en la superficie. Conforme se enseña en los cursos de rescate, primero me deshice de nuestro lastre e inflé nuestros compensadores de flotabilidad (chalecos) para establecer una flotabilidad positiva. Tras quitarle el chaleco al buzo accidentado, y con cuidado de no soltarlo, pude hacer que flotara sobre él mientras yo nadaba y mantener su cabeza en una posición con la vía abierta para proporcionar ventilaciones de rescate.
“Úselo o piérdalo”
Cuando hay un buzo accidentado que tiene una flotabilidad suficiente sin su chaleco o al acercarse a la costa, muchas personas le quitan el chaleco al buzo, que está completamente inflado y desabrochado, deslizando su mano libre entre la espalda del buzo y el chaleco y empujando hacia abajo. Para ayudarme a tener el efecto palanca que necesitaba, desinflaba ligeramente el chaleco hasta lograr una flotabilidad positiva. De ese modo, podía asegurarme de que la víctima no estuviera enganchada con alguna otra pieza del equipo y que pudiera quitarle el chaleco más fácilmente. Al nadar de espalda con la cabeza del buzo accidentado sobre mi torso aprovechaba mi superficie más estable y con mayor flotabilidad para mantener su cara fuera del agua por el resto del trayecto.
Recientemente practiqué un rescate con un compañero con una placa trasera y un ala, algo nuevo para mí, y no tenía desenganches rápidos en los hombros. Establecí una flotabilidad positiva para ambos, quité las correas de la cintura y la entrepierna y utilicé la flotabilidad del ala para mantener la vía aérea de mi compañero abierta y que flotara mientras yo nadaba. Al llegar a la costa, deslicé las correas de los brazos sobre sus hombros, las sostuve con firmeza, desinflé el chaleco y usé su peso para pasar los brazos por las correas.
“Creo que nunca he visto a nadie hacerlo así. Es una excelente idea y creo que tendré que enseñarlo en mis clases en el futuro”, dijo mi instructor, confirmando que había superado con éxito lo que alguna vez había sido un enorme obstáculo. Al abogar por mí misma, obtuve la atención que necesitaba de mis instructores. La determinación de practicar las habilidades que no me resultaban naturales y comprender mejor mis aptitudes y cómo usar las herramientas que tenía a mi disposición me ha convertido en una rescatista más eficaz y eficiente.
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