La vida y el legado de Tokitae

Hugo y Lolita, aquí en 1977, actuaron juntos en el Miami Seaquarium por más de una década. © THOMAS HAWK/CREATIVE COMMONS

SU NOMBRE ERA TOKITAE, which means “nice day, pretty colors” in the Coast Salish language. The Lummi Nation knows her as Sk’aliCh’elh-tenaut, which is a historical reference to the Penn Cove area, where she was captured along with other young southern resident killer whales (Orcinus orca) residentes del sur en agosto de 1970 cerca de Whidbey Island, Washington, cuando tenía unos 4 años.  

La Nación Lummi y grupos de conservación, activistas de derechos animales y otros lucharon por años para liberarla de su cautiverio y tenían la esperanza de llevarla de regreso a un corral marino en sus aguas de origen en el mar Salish, pero la querida orca de 57 años falleció el 18 de agosto de 2023 en el Miami Seaquarium de Florida, donde había vivido por 53 años desde su captura, actuando para las multitudes como Lolita.

Cuando Tokitae llegó al Seaquarium en 1970, se unió a una orca macho mayor que se llamaba Hugo, que también había sido capturado en el estrecho de Puget y enviado al Seaquarium dos años antes de la llegada de Tokitae. Ambos eran miembros del grupo L residente del sur en peligro de extinción.

Stephen McCulloch with Tokitae

Con un enfoque en mejorar la salud y el bienestar de los mamíferos marinos bajo el cuidado humano, la conservación de poblaciones silvestres y el apoyo a redes de varamientos mundiales, Stephen McCulloch ha trabajado por cinco décadas tanto en la industria zoológica como en comunidades de investigación y conservación de todo el mundo. Su relación con Tokitae duró 50 años. CORTESÍA DE STEPHEN MCCULLOCH

orca whale captured
orcas at Penn Cove

De 1965 a 1976 más de 100 orcas fueron capturadas en Penn Cove, Washington. Diez de estas orcas fueron vendidas a parques marinos y el resto de ellas fueron puestas en libertad. Al menos cinco orcas murieron durante esta y otras dos operaciones de captura. © WALLIE V. FUNK 

Hugo murió en 1980 por lesiones autoinfligidas como resultado de un aneurisma cerebral, probablemente tras golpearse la cabeza reiteradamente contra la pared del tanque. Después de su muerte, Tokitae nunca vio ni escuchó a otra orca, y tuvo una existencia solitaria en ese sentido. Sus únicos compañeros eran cetáceos más pequeños que vivieron y actuaron con ella a lo largo de los años. 

For activists, Tokitae’s decades of isolation from other orcas and housing within a small, antiquated enclosure is yet another instance of animal exploitation. Though paths diverge on how best to help orcas thrive within zoological settings and in the wild, shared values and respectful dialogue are the best means to overcome significant philosophical differences. These discussions include the brutal drive fisheries and modern-day whaling practices that lead to the unnecessary slaughter thousands of whales each year.  

Marine parks striving to meet animals’ needs often walk an imperfect line between contemporary ethics, education, research, and conservation goals. Incremental changes to improve husbandry, enclosure designs, and enrichment practices can enhance daily well-being within the limits of human care environments. Any facility that cannot sufficiently provide for animals in captivity may need to be upgraded or phased out — a lesson from Miami Seaquarium and Tokitae’s life and tragic death.

Tokitae performing at Miami Seaquarium

Following Hugo’s death in 1980, Tokitae was housed with other small cetaceans but remained a solitary orca until her death in 2023. Photo by Allan Watt

Apenas cinco días antes de su muerte, el equipo veterinario de Friends of Toki informó que se encontraba saludable. Su condición física, su comportamiento y sus análisis de sangre estaban dentro de los parámetros normales. Estaba respondiendo favorablemente a los tratamientos en curso para tratar una infección respiratoria crónica y una enfermedad micótica. Sin embargo, en las siguientes 36 horas presentó síntomas de malestar gastrointestinal y dejó de comer. Debido a que los mamíferos marinos son expertos en ocultar enfermedades en estado salvaje, no comer a veces es el primer indicio de que algo no está bien. 

El equipo veterinario desarrolló un plan de tratamiento inmediatamente para rehidratarla mediante fluidos subcutáneos, administrarle medicamentos, tomar una muestra de sangre fresca y realizar un ultrasonido en su región abdominal. El viernes 18 de agosto a las 10 de la mañana, el nivel del agua de su estanque fue reducido gradualmente para facilitar el tratamiento. Los protocolos se conocían perfectamente de cuando había recibido un tratamiento similar en octubre de 2022 por un período de ocho días tras haber dejado de comer. 

Trainers and veterinary staff continuously monitored Tokitae’s respirations and heart rate as she rested quietly on the pool bottom in waist-deep water. When the treatments were completed, the pool level was slowly raised. This time, however, she did not fully recover. Instead of resuming a normal swim pattern, she appeared lethargic and disoriented, listing to her right side and unable to manage her environment. The veterinary team immediately reviewed the bloodwork, which indicated she was experiencing acute renal failure and required additional treatment. 

Con varios miembros del personal junto a ella en el agua para brindarle apoyo, el nivel del agua del estanque se redujo una vez más. Esta vez fue colocada en una camilla para poder estabilizarla mejor. Durante las horas siguientes el equipo veterinario le administró más fluidos mientras sus entrenadores la reconfortaban y monitoreaban sus signos vitales. Pero a pesar de sus mejores esfuerzos, Tokitae falleció en los brazos de sus entrenadores, rodeada del personal de atención de animales y otros individuos que habían estado trabajando para reubicarla en sus aguas nativas. 

Despite the grief and gravity of that moment, the team quickly responded to protect the integrity of her remains and preserve the delicate biological samples that would help determine her life history and confirm the cause of death. While Tokitae was being secured, the training staff shifted their attention to her lone remaining tankmate — a 40-year-old male Pacific white-sided dolphin named Li’i, who was awaiting her return on the other side of the watertight bulkheads.

Within an hour Tokitae was lifted from the pool where she had spent 53 years and was gently lowered into a watertight container. She was packed in ice and placed aboard a refrigerated truck for transport to the University of Georgia’s College of Veterinary Medicine, where a team of marine mammal veterinary pathologists spent almost 20 hours conducting a detailed forensic examination. 

Si bien la causa de muerte exacta demorará meses en procesarse y confirmarse, los resultados preliminares de la autopsia macroscópica fueron compatibles con una insuficiencia renal aguda y confirmaron el alcance de las lesiones pulmonares vinculadas a su infección pulmonar crónica.

Tokitae’s passing deeply affected her caregivers, the zoological industry, activists, conservationists, and Indigenous groups, especially the Lummi Nation. Though perspectives on her decades of captivity differ, there is a common reverence for these sentient beings. The Lummi Nation’s ancestorial connection to Tokitae represents the larger cultural role of whales for Indigenous peoples. Her captivity severed sacred bonds between nature and community. 

On Sept. 20 a Lummi Nation elder accompanied Tokitae’s ashes from Georgia to Bellingham, Washington, where tribal members held a private sacred water ceremony and returned her ashes to her native waters. They plan to hold a public ceremony honoring Tokitae at a later date.

After spending 35 years at Seaquarium, Li’i is now at SeaWorld in San Antonio, where he joined other Pacific white-sided dolphins on Sept. 25.

Some people suggest that Tokitae’s legacy might catalyze developers, philanthropists, and the City of Miami to create a One Ocean, One Health Center in place of the Miami Seaquarium. A marine mammal rescue center and teaching hospital for future generations of veterinarians and scientists to convene and collaborate would be a fitting legacy and a path forward. 

Los humanos tenemos una obligación de anteponer las necesidades de los animales con los que compartimos la Tierra a los intereses comerciales. Los zoológicos y acuarios responsables y bien manejados representan un recurso fundamental para el futuro de la preservación de especies. La idea de que los zoológicos y acuarios sean un depósito definitivo del ADN de criaturas en peligro de extinción masiva en estado silvestre es una perspectiva aterradora. 

Tokitae’s death should inspire us to assess our relationships with animals and each other. We all share a responsibility to serve as good stewards for the creatures with whom we share the planet. AD


© Alert Diver - Q4 2023

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