UN ANÁLISIS DE LAS LLAMADAS REALIZADAS A LA LÍNEA DE EMERGENCIA DE DAN QUE INVOLUCRABAN A BUCEADORES MENORES
LOS MENORES HAN BUCEADO POR DÉCADAS, pero la incidencia de accidentes de buceo con aire comprimido entre ellos aún no se ha estudiado lo suficiente.
Contrariamente a muchas otras actividades recreativas al aire libre, el principal desafío durante el buceo con aire comprimido es afrontar los riesgos inherentes de utilizar equipo de soporte de vida para sobrevivir a un entorno hostil. El buceo con aire comprimido requiere una serie específica de habilidades, y una demostración de esas habilidades en un entorno sumamente controlado como una piscina puede no trasladarse con facilidad al entorno de aguas abiertas.
Los niños no son adultos pequeños. Su cuerpo y sus órganos no solo están creciendo en lo que respecta al tamaño, sino que también están madurando en lo que se refiere a la fisiología y el funcionamiento. La prevalencia del asma infantil, por ejemplo, disminuye con la edad, lo que demuestra que el sistema respiratorio a menudo aún se está desarrollando hasta que los adolescentes se convierten en adultos jóvenes.
Durante la niñez, los cambios drásticos en el cerebro nos permiten perfeccionar los procesos de toma de decisiones, regular las emociones, detectar amenazas y activar comportamientos apropiados relacionados con el miedo en respuesta a estímulos amenazantes o peligrosos. La inmadurez psicológica puede impedir que los menores reaccionen a emergencias bajo el agua con la misma capacidad que los adultos. El pánico puede provocar ascensos rápidos no controlados, lo que aumenta el riesgo de barotrauma pulmonar. Los niños a menudo pueden desconcentrarse y cometer errores, exponiéndose así a un riesgo mayor por una serie de amenazas.
A lo largo de los años, los investigadores han planteado preocupaciones sobre los efectos del buceo con aire comprimido en menores, en especial los efectos potencialmente nocivos del estrés descompresivo sobre los ritmos de crecimiento. Pero después de décadas de innumerables buceos realizados por menores, incluso seguimientos a largo plazo de casos de enfermedad por descompresión (EDC), no parece haber ninguna evidencia que respalde esta teoría.
La línea de emergencias de DAN es un observatorio extraordinario. En respuesta a una serie de casos que involucraban a buzos menores, DAN creó un estudio retrospectivo para examinar los tipos de lesiones que experimentaron. Analizamos registros de 2014 a 2016 e identificamos 149 casos que involucraban a menores.
Como parte de su pasantía de investigación de DAN de 2019 en el departamento médico, la entonces universitaria Elizabeth Helfrich visitó la sede central de DAN, analizó los datos bajo la orientación de los doctores Matias Nochetto, Camilo Saraiva y Jim Chimiak y publicó el estudio.1
Resultados y debate
Dividimos los datos del estudio según el motivo de la llamada (preocupación inicial) y el diagnóstico final. Las preocupaciones por la presencia de una EDC fueron el motivo más común de una llamada que involucraba a menores, lo que representó el 38 por ciento de las llamadas, seguidas de problemas con oídos y senos paranasales (ENT, por sus siglas en inglés) con un 26 por ciento. Se sospechó de la presencia de un barotrauma pulmonar (BTP) en 12 casos (8 por ciento) y un embolismo arterial gaseoso (EAG) en seis casos (4 por ciento).
A pesar de su prevalencia como el motivo más común de la llamada, la EDC solo representó el 6 por ciento de los diagnósticos finales. Según las manifestaciones, cuatro casos fueron EDC neurológicas, cuatro fueron EDC leves y un caso fue una EDC en el oído interno. Solo un menor diagnosticado con una EDC informó haber tenido paradas de descompresión obligatorias durante el buceo. Al igual que con los adultos, los problemas con ENT fueron el accidente de buceo más común de los menores (32 por ciento).
Sorprendentemente, el BTP representó el 15 por ciento de los accidentes de buceo. Si bien no hay datos confiables disponibles sobre la incidencia del BTP en buzos adultos, la impresión de los autores basada en su experiencia personal sugiere que la cantidad de casos de BTP en menores tiene una tendencia mucho más alcista que en la población de buceo general. Por lo tanto, analizaremos esta cuestión con mayor detalle.
En siete casos de BTP hubo informes confirmados de un ascenso rápido; seis de los involucrados confirmaron o tuvieron una fuerte sospecha de ansiedad. Un niño sintió ansiedad después de practicar un ascenso de emergencia controlado durante un entrenamiento; otro informó un ataque de ansiedad que lo llevó a contener la respiración y realizar un ascenso rápido.
Un apneista menor planificó un buceo a 4,6 metros (15 pies) y luego lo extendió a 10,7 metros (35 pies) por motivos desconocidos. Luego este niño experimentó una actividad pseudoconvulsiva bajo el agua, sufrió debilidad en la pierna derecha al salir a la superficie y recibió un diagnóstico final de EAG. No se informó si el menor respiró aire comprimido a profundidad, aunque es probable que haya sido así dada la sintomatología y el diagnóstico del médico tratante.
Otros tres menores probablemente tuvieron episodios de ansiedad a profundidad, lo que los llevó a realizar ascensos rápidos no controlados y sufrir un BTP consecuente. En cuatro ocasiones se produjo un evento a profundidad que probablemente provocó una apnea accidental y un BTP. Dos de esos casos fueron consecuencia de problemas con el equipo: un menor informó un regulador suelto, mientras que otro manifestó que tenía demasiado peso. Es probable que este último buzo intentara contribuir al ascenso mediante el aumento del volumen pulmonar inspirando profundamente y conteniendo la respiración.
Un buzo declaró que había reído descontroladamente bajo el agua, otro informó un “gran eructo”, lo que sugirió que tragó aire a profundidad, y cuatro no tuvieron motivos identificables para el accidente. También es interesante que dos buzos jóvenes con un BTP sintieron dolor en el pecho después del primer buceo, pero continuaron buceando el resto del día. No está claro si eso pudo haber contribuido a la gravedad de la lesión inicial.
El rol de la ansiedad como un disparador de la lesión y la causa fundamental probablemente está subrepresentado. Esto puede deberse en parte a la naturaleza subjetiva de la ansiedad y una posible parcialidad del comportamiento por parte de los menores que no siempre aceptan y verbalizan sus temores, entre otras posibilidades. Al considerar los relatos en general, la ansiedad y el pánico consecuente están presentes en muchos casos.
Comentarios para la industria
Al capacitar a individuos en poblaciones vulnerables, ningún otro grupo genera más polarización que los buzos jóvenes. Los niños a menudo tienen un sentido de aventura bien desarrollado y un sentido de mortalidad menos desarrollado.
La edad cronológica no es un buen indicador de madurez en menores. Aunque más críptica y ciertamente bastante impráctica, quizás una reflexión sobre la intersección entre la edad biológica, psicológica y social podría predecir con mayor precisión la respuesta de una persona bajo circunstancias adversas.
Así como los profesionales de buceo deben estar capacitados y tener certificaciones para enseñar a bucear en naufragios o dirigir a un grupo en un naufragio, una capacitación especializada para enseñar y guiar a buzos menores podría ser provechosa. Esta capacitación debe centrarse en las necesidades individuales de los niños y los aspectos de comportamiento singulares que los vuelve más propensos a determinados incidentes y lesiones.
Los buzos menores siempre deben estar a corta distancia de un buzo adulto que goce de una buena condición física y que pueda controlarlos de cerca, especialmente en lo que se refiere a la comodidad. A medida que el buzo madura y su respuesta al estrés se vuelve más predecible, la distancia puede aumentar gradualmente.
En los buceos en aguas abiertas se puede hacer mejoras en la seguridad. Los buzos menores pueden no ser compañeros de buceo confiables debido a su madurez, menor fuerza y, a menudo, respuestas impredecibles a las amenazas. Estas discrepancias podrían comprometer la seguridad de ambos buzos, por lo que un sistema de compañeros de dos adultos y un menor sería más prudente, donde uno de los adultos es alguien que conoce bien al joven y es sensible a señales sutiles de estrés o incomodidad —alguien como un padre u otro familiar cercano o guardián—.
Las personas que bucean con niños deben comprender y reconocer los aspectos de comportamiento singulares del grupo etario para ayudar a evitar situaciones que podrían provocar lesiones graves. Con una capacitación y una supervisión apropiadas, podemos mitigar razonablemente los riesgos inherentes de un menor que se une a su familia en la exploración del mundo submarino. AD
Referencia
© Alert Diver - Q3 2023