Mucho más que coral colorido

SIEMPRE ME SORPRENDE lo que las personas están dispuestas a hacer por amor. Mi novia, que le tiene pánico al océano, anunció que quería aprender a bucear y luego acompañarme en un viaje a Raja Ampat, Indonesia. Yo estaba muy emocionado. Venimos de diferentes orígenes y siempre buscamos actividades que podamos hacer juntos. 

Andrea decidió obtener su certificación en Brasil, donde vive, antes del viaje para que pudiéramos pasar todo nuestro tiempo juntos buceando. La primera noche de instrucción teórica estuvo bien, pero la clase en la piscina al día siguiente no. Su compensador de flotabilidad (chaleco) era demasiado grande y su cinturón de lastre se deslizaba por debajo de su cintura. Mientras Andrea luchaba con el ajuste deficiente de su equipo, el resto del grupo aprendió las habilidades rápidamente. Ella se frustraba cada vez más, y el instructor se volvía más impaciente. 

Tras una orden concisa de “simplemente arrodillarse en el fondo de la piscina”, Andrea se rindió y salió. El instructor le preguntó cuál era el problema. Intentó explicarle que el equipo era inapropiado y que ella le tenía miedo al agua. “Quizás deberías ver a un psicólogo”, le aconsejó el instructor. Andrea rompió en llanto y se fue.

Andrea parte para su primer buceo en Indonesia con el resto del grupo de buceo.
Andrea parte para su primer buceo en Indonesia con el resto del grupo de buceo.

Más tarde me llamó, y se sentía como un completo fracaso. “Lo siento, pero simplemente no puedo hacerlo”, sollozó. Después de que se calmó, llamé a Kyle, mi compañero de buceo. Kyle ha sido instructor y propietario de una tienda de buceo y ha hecho prácticamente de todo en relación con el buceo. Me sugirió que Andrea finalizara la parte teórica del curso y que luego hiciera la capacitación práctica y obtuviera su certificación en Indonesia. Andrea aceptó, pero dio un paso más adelante. Recibió capacitación privada y finalizó su certificación antes de irse de Brasil.

Después de una alegre reunión en Bangkok, Tailandia, nos encontramos con Kyle en un centro turístico en el este de Indonesia. Andrea estaba agotada por el viaje y el primer día decidió no participar. Mientras ella se dedicaba a conocer a Tika, una de las propietarias del centro turístico, Kyle y yo nos unimos a otros ocho buzos para explorar uno de los más de 30 encantadores arrecifes de coral vecinos.  

Después de regresar de nuestro buceo, ayudamos a Andrea a colocarse el traje y su equipo de alquiler y luego nadamos hasta el arrecife propio del centro para asegurarnos de que todo estuviera bien. Si bien Andrea pudo llevar a cabo las habilidades, era evidente que no se sentía segura. También había corrientes difíciles en el área, por lo que estuvimos de acuerdo en que Andrea no estaba lista para bucear con el grupo.

Ofrecí quedarme al día siguiente y trabajar con Andrea en algunas habilidades para ayudarla a ganar confianza. Esa noche Tika hizo una descripción general de lo que podíamos esperar en el lugar donde la embarcación estaría al día siguiente. Andrea le dijo a Tika tímidamente por qué no iríamos con el grupo. Tika puso su brazo alrededor de Andrea y dijo: “deberías venir con nosotros; yo cuidaré de ti”.

Fiel a su palabra, Tika renunció a un día de buceo para trabajar con Andrea en sus habilidades y técnicas bajo el agua. Al día siguiente, Liké, uno de los instructores de buceo del centro turístico, prometió vigilarla de cerca. Para el tercer día, Andrea nadaba alrededor de los coloridos corales como una sirena. El resto de las dos semanas fueron mejores de lo que podría haber imaginado.

Eso no debió sorprenderme. Durante toda mi trayectoria de buceo he visto inmensa bondad, ayuda y voluntad de compartir. Los buzos son una familia, y gracias a toda la paciencia y el esmero durante nuestro viaje, la familia incorporó a un nuevo miembro.


© Alert Diver - Q4 2023

Spanish