ERA EL QUINTO DÍA DEL VIAJE, y nuestra embarcación de vida a bordo finalmente había terminado el cruce nocturno al sur de las cálidas aguas de las islas Darwin y Wolf hacia Cape Douglas, Isla Fernandina. Si bien no recorrimos una larga distancia en la travesía, cruzamos el ecuador y pasamos del verano al invierno, donde las corrientes oceánicas predominantes hicieron que la temperatura del agua fuera considerablemente más baja (18 °F menos) en nuestro destino. Fernandina parece estar a medio océano de distancia en lo que respecta al cambio de temperatura, un misterio común al viajar entre islas en el archipiélago de Galápagos.
En Fernandina, nuestro primer destino de buceo de la mañana a 20 metros (65 pies) de profundidad fue un acto inaugural para el evento principal, que habíamos programado para iniciar puntualmente al mediodía. Pero para este buceo, nuestros buzos se pusieron capas adicionales de neopreno para evitar sentir frío; esperábamos que la temperatura del agua en el fondo fuera de 18 °C (64 °F), un cambio considerable de los agradables 28 °C (82 °F) que habíamos experimentado en Wolf y Darwin. Esta diferencia térmica ejemplifica la influencia que varias corrientes ejercen sobre las Galápagos. Esta confluencia es una causa importante de muchas de sus características únicas, incluso la icónica criatura de nuestra cita pendiente.
Había un motivo por el que nuestro evento principal no ocurriría hasta el mediodía. Nuestro sujeto fotográfico de sangre fía requería un período de calentamiento al sol para poder alimentarse por una ventana de tiempo breve en las frías olas.
Al igual que nuestros muy esperados sujetos, decidí no realizar el buceo matutino, ya que prefería reservar el calor de mi torso para el evento principal. Mi compañero de buceo, Richard Condlyffe, estuvo de acuerdo, así que nos sentamos en la cubierta superior de la embarcación y tomamos tazas de té caliente en el aire frío mientras el resto del equipo subía al bote inflable de casco rígido (RIB, por sus siglas en inglés) con equipo completo para realizar el buceo matutino.
El clima era casi perfecto. Solo había un leve oleaje, pero el mar estaba tranquilo en nuestro punto de amarre a aproximadamente 805 metros (media milla) de la costa. Un cielo despejado incrementó nuestra buena fortuna. La ausencia de nubes garantizaría que nuestros sujetos fotográficos recibieran abundante luz solar cálida, lo que maximizaría el tiempo de alimentación en el agua. En Fernandina estábamos en el lugar correcto en el momento justo para capturar fotografías e imágenes de video de las icónicas iguanas marinas de Galápagos durante su período de alimentación.
Richard y yo terminamos nuestro té y fuimos bajo cubierta para preparar nuestros kits mientras el resto del equipo finalizaba el buceo matutino.
Hay 11 subespecies de iguanas marinas de Galápagos, y normalmente tienen una longitud de 30 centímetros a 1,5 metros (1 a 5 pies).
UNA LARGA HISTORIA
Antes de la histórica visita de Charles Darwin en 1835, las islas Galápagos eran conocidas para los marineros como un lugar para reabastecerse de comida y agua, pero su influyente libro El origen de las especies (On the Origin of Species) provocó una curiosidad internacional en relación con la flora y fauna únicas del archipiélago. La extraña iguana marina fue una de las muchas especies que Darwin destacó en sus textos.
En 1825, el zoólogo Thomas Bell clasificó la Amblyrhynchus cristatusla iguana marina de Galápagos, por primera vez. Estos reptiles únicos se alimentan de algas intermareales y submareales en las aguas relativamente frías alrededor de las islas, que normalmente están entre los 18 °C y los 29 °C (65 °F y 85 °F). Como reptiles de sangre fría con una temperatura corporal deseada que oscila entre los 35 °C y los 37 °C (95 °F y 99 °F), han desarrollado un comportamiento de termorregulación que les permite alimentarse de las especies de algas rojas y verdes que se encuentran en un mar frío, lo que contribuye a su singularidad en el reino animal.
Los científicos creen que el ancestro de la iguana marina encontró su camino hacia las islas Galápagos viajando sobre balsas de vegetación del área continental de América del Sur, hace probablemente millones de años. Estas balsas y sus polizones finalmente se dejaron llevar por corrientes hacia las islas remotas y deshabitadas. Con menos depredadores y abundante comida, la iguana tuvo tiempo y recursos para adaptarse —y eso es precisamente lo que hizo—.
Las rocas volcánicas negras de las islas son el lugar perfecto para que las iguanas marinas tomen sol y se calienten.
Richard Condlyffe fotografía a una amable iguana.
Los primeros visitantes de las islas Galápagos aparentemente consideraron que la iguana marina era fea y desagradable. En 1798, el capitán James Colnett de la Marina Real Británica las describió en sus publicaciones como “pequeñas y de un negro carbón, que, de ser posible, acentúa su fealdad natural. En efecto, su apariencia es tan desagradable que nadie a bordo podía ser convencido de consumirlas como alimento”.
Al principio, repugnaban hasta a Darwin. El 17 de septiembre de 1835, en El viaje del Beagle de Charles Darwin (Charles Darwin’s Beagle Diary) escribió “las piedras de lava negras de la playa son frecuentadas por los más desagradables, torpes y grandes lagartos (61 a 91 centímetros [2 o 3 pies]). Son tan negros como las rocas porosas sobre las que se arrastran y buscan su presa del mar. Algunas personas los llaman ‘diablillos de la oscuridad’. Seguramente se convertirán en la tierra que habitan”. Quizás es una suerte que a los primeros visitantes de las islas Galápagos el reptil les pareciera desagradable, y a estas dóciles criaturas con necesidades tan ambientalmente específicas se las dejó en paz para así poder prosperar.
Los científicos ya han clasificado 11 subespecies, cada una exclusiva de las islas que habitan. La longitud de las iguanas marinas normalmente varía entre 30 centímetros y 1,5 metros (1 y 5 pies). Habitualmente, cuanto más grande sea la isla, más grande será la subespecie; las iguanas de Isabela y Fernandina son las más grandes. Ya sea que piense en ellas como una de las esculturas únicas de la naturaleza o como Godzillas en miniatura, estos fantásticos animales encabezan la lista de los fotógrafos que se aventuran hacia las islas Galápagos. Ciertamente, la belleza está en el ojo del espectador.
AVISTAMIENTOS ILUMINADOS POR EL SOL
Finalmente, era hora del evento principal. Richard y yo tomamos una buena decisión cuando consideramos que no realizar el buceo matutino maximizaría nuestra comodidad para la tarde; varios buzos aún sentían frío.
Partimos en el RIB al mediodía y navegamos frente a la playa rocosa. La costa allí es una mezcla de la arena blanca necesaria para poner huevos durante la temporada de anidación y la roca volcánica negra que ayuda a las iguanas a calentarse rápidamente. Las condiciones eran casi perfectas, por lo que nuestros divemasters le habían dado a cada pareja de buzos su propia sección extensa de oleaje justo detrás de las grandes olas. Richard y yo teníamos una parcela en una ensenada natural que descendía rápidamente de 91 centímetros (3 pies) a 4,9 metros (16 pies).
El sol había estado fuerte y, como si se hubieran puesto de acuerdo con nuestra llegada, repentinamente había docenas de formas negras flotando en la superficie alrededor de todo el RIB. ¡Las iguanas ya estaban entre las olas! Hicimos un control final del equipo antes de hacer una entrada de backroll (de espaldas) al agua que estaba a 17 °C (64 °F). Al no haber ninguna brisa, hacía calor sobe la superficie y, al igual que nuestros amigos lagartos de piel oscura, apreciamos mucho el agua fría.
La ensenada superficial era hermosa, con algas rojas, verdes y marrones resplandeciendo bajo la luz solar intensa. Inmediatamente encontré una iguana de 91 centímetros (3 pies) comiendo algas de una roca mientras yo me asentaba en el fondo a 3 metros (10 pies). Hice una inspección rápida a mi alrededor y vi dos grandes reptiles más dentro de los 8 metros (26 pies) de visibilidad y me di cuenta de que no sería difícil encontrar sujetos.
Giré para señalarle los reptiles a Richard, pero él ya estaba fotografiando sus propios sujetos. Había lagartos por todas partes: en el fondo, en la superficie y algunos que serpenteaban lentamente hacia arriba.
Si bien es fácil acercarse a ellos y son ambivalentes respecto de la presencia de individuos, son sujetos un tanto difíciles de fotografiar en condiciones de mucha luz. Obtener detalles en mis imágenes en el entorno de gran contraste me tomó bastante trabajo. Las luces estroboscópicas me ayudaron, pero la abundancia de plancton y partículas en la columna de agua crearon una profunda retrodispersión. Ajustaba constantemente los ángulos de mi luz estroboscópica y la configuración de energía, y controlaba mis histogramas e imágenes en el visor de la cámara, en busca de la foto perfecta.
Con solo una valiosa hora para visitar a estos extraordinarios animales, cubrí la ensenada varias veces, y capturé videos y fotografías con y sin Richard como sujeto secundario. Y luego, tan rápido como había comenzado, era hora de regresar a la embarcación y dejarles nuestros sujetos al pez Damisela y los leones marinos que compartían su reino.
En un mundo de experiencias de buceo que abarcan muchas décadas, puede ser cada vez más difícil encontrar un lugar que inspire un asombro infantil. Felizmente, el archipiélago de Galápagos es uno de esos lugares. El cautivador paisaje y los extraordinarios animales hacen que sea fácil imaginar que está viviendo la misma experiencia que Darwin o quizás que es el primer visitante humano en el lugar.
Mi viaje a las islas Galápagos fue asombroso, pero el buceo con las iguanas marinas superó todo. Fue una experiencia mágica que me dio la esquiva emoción del descubrimiento, aunque fuera solo por una hora.
© Alert Diver - Q2 2022