Era un día soleado en Blue Heron Bridge en el sur de Florida. Habían pasado dos años desde la última vez que había buceado en ese lugar, y esperaba con ansias una simple excursión para ver a los peces locales. El plan de buceo era hacer un ingreso desde la costa y permitir que la corriente me llevara hacia el oeste por la playa.
El área directamente enfrente del arrecife artificial y el gran puente en el parque Phil Foster Park estaba muy concurrida, con muchos buzos en la costa esperando para ingresar durante la estoa de marea alta. Me moví hacia el extremo opuesto, que estaba casi vacío salvo por un trío de buzos que estaba en aguas superficiales preparándose para bucear.
Mientras realizaba mis controles de seguridad anteriores al buceo, analicé las condiciones del lugar y me di cuenta de que la corriente era engañosa. No parecía rápida en los alrededores inmediatos, pero se movía enérgicamente debajo de la sección más pequeña del puente. Mientras seguía colocándome el equipo, los tres buzos parecían tener problemas con sus equipos. Un regulador de la segunda etapa estaba suelto, y el grupo estaba esforzándose por controlarlo. Permanecí pacientemente en la costa para tener un acto de cortesía y darles espacio para iniciar su buceo sin que se sintieran acosados ni agobiados.
Después de que se alejaron flotando unos 9 metros (30 pies), el buzo con la bandera se sumergió rápidamente y dejó a sus compañeros. Los dos buzos que quedaron en la superficie se esforzaban por vaciar sus compensadores de flotabilidad (chalecos) e intentaban luchar contra la flotabilidad positiva aleteando hacia abajo. No podían sumergirse y se sacudían contra la corriente sin utilizar sus snorkels ni sus segundas etapas. Ya se encontraban 9 metros (30 pies) más allá de donde había descendido su compañero y claramente no iban a descender, ya que era evidente que estaban teniendo problemas y en las primeras etapas de una angustia que pronto derivaría en un estado de pánico.
Estaba bastante seguro de que no estaban sufriendo un barotrauma porque ninguno de los buzos había descendido, por lo que pensé que tal vez tenían calambres o estaban experimentando un mal funcionamiento de sus compensadores de flotabilidad (chalecos). Un buzo era un hombre mayor, por lo que me preocupaba que estuviera aleteando enérgicamente para superar la corriente. Ingresé al agua con dos opciones en mente: preferentemente traerlos de regreso al punto de entrada de manera segura o elegir una salida alternativa si no podía avanzar contra la corriente mientras realizaba un arrastre en la superficie.
Ingresé al agua que me llegaba a la cintura con el equipo completo y llamé al buzo que estaba más cerca, que se encontraba a casi 18 metros (60 pies) de distancia. Él y su compañero estaban a unos 14 metros (45 pies) el uno del otro y no se estaban comunicando entre sí ya que estaban concentrados en ellos mismos. Pregunté si necesitaban ayuda. El buzo que estaba más cerca me miró, no respondió y continuó aleteando.
Aleteé con la corriente y llegué rápidamente donde se encontraba él. Me mantuve fuera del alcance de sus brazos —que se agitaban enérgicamente— y le pregunté si estaba bien. Me miró a través de su máscara con los ojos bien abiertos y no respondió verbalmente. Agarré su segunda etapa y la acerqué a su cara. Comenzó a respirar laboriosamente a través del regulador. Le pedí que se pusiera de espaldas y le dije que lo ayudaría a regresar a la costa; se volteó de inmediato.
Mientras me preparaba para iniciar un arrastre del tanque, vi que el segundo buzo que estaba más alejado aún tenía problemas. Le grité que regresaría para ayudarlo y le dije que se agarrara del pilar del puente del medio, ya que la corriente lo estaba arrastrando en esa dirección. Me respondió verbalmente que lo intentaría.
Mientras arrastraba al primer buso de regreso a las aguas superficiales contra la corriente, logré que se calmara y me ayudara con el aleteo. Lo llevé hasta el punto donde el agua le llegaba a la cadera, le pedí que se pusiera de pie y le dije que esperara allí mientras traía a su compañero.
El segundo buzo se estaba sujetando del puente. Cuando llegué, se puso en posición para que lo arrastrara del tanque, pero me dijo que no podía ayudarme con el aleteo debido al agotamiento y los calambres. Avanzamos un poco contra la fuerte corriente en el puente moviéndonos de lado hacia la costa, donde la corriente era un poco más lenta.
Estaba exhausto, pero pude llevar al segundo buzo eficazmente a donde estaba parado el primero en las aguas superficiales. Hablamos un poco mientras recuperaban el aliento y les pregunté por el tercer compañero que nunca regresó a buscarlos. Su indiferencia con respecto a la inacción del compañero indicó que no estaban preocupados por haberse separado y que no habían planificado qué hacer. Su plan de buceo básicamente consistía en seguir a su amigo con la bandera de buceo.
Me ofrecí a compartir mi bandera de buceo y sumergirme por la playa con ellos para buscar a su compañero de buceo. Después de ayudarlos a liberar por completo el gas de sus chalecos, nos sumergimos y encontramos a su compañero en el primer arrecife artificial.
Saber cómo realizar un arrastre del tanque es una habilidad de rescate fundamental, pero el rescate no habría sido necesario si los buzos simplemente hubieran seguido tres principios básicos de seguridad en el buceo.
Infórmese sobre el lugar
Los buzos no tenían conocimiento de las condiciones del lugar, incluso la posibilidad de encontrar una corriente. Las condiciones de la superficie de este punto de buceo son manejables si evita algunos lugares problemáticos. Hacer una inspección del lugar y consultar en una tienda de buceo local ayuda a identificar esas áreas. Los buzos se alejaron demasiado por la playa y no eran conscientes de que la corriente cambiaría y se concentraría en el pequeño puente. El descenso habría sido difícil, pero no habrían sido arrastrados debajo del puente. Una vez que flotaron más allá del punto donde la corriente se divide, fue exponencialmente más difícil controlar la situación.
Conozca sus limitaciones
El primer buzo no había buceado en 20 años y estaba agradecido porque lo había arrastrado del tanque. En el caso del segundo buzo habían pasado cuatro años, y si bien también estaba agradecido, estaba seguro de que habría estado bien —a pesar de sus calambres, el cansancio y la incapacidad para ayudar con el arrastre del tanque—. Los ayudé porque buceo con frecuencia, conozco las condiciones del lugar y he realizado una gran cantidad de buceos en corrientes, cuevas y ríos. Tenía conciencia de mis limitaciones, pero estaba seguro de que podía ayudar ya que había hecho rescates similares en el pasado. Después de una pausa en el buceo es fundamental hacer un buceo de prueba en aguas superficiales en un entorno controlado para evitar sufrir lesiones debido a una degradación de las habilidades o un mal funcionamiento del equipo.
Tenga un plan de buceo completo
La supuesta simplicidad de su plan de buceo les dio a estos buzos una falsa sensación de seguridad. Un plan de buceo debe tener contingencias establecidas para cuando las cosas salen mal. Los dos buzos no sabían cómo reaccionar frente al hecho de que la corriente los estaba alejando porque no tenían conocimiento de la posibilidad, y no tenían un plan de rescate ni ninguna idea de qué hacer en una situación adversa.
Aunque los buzos siempre deben mantener sus habilidades de rescate actualizadas, un profundo conocimiento del punto de buceo, sus habilidades y sus equipos —así como los de su compañero— y un plan de buceo mutuamente acordado pueden ayudar a evitar la necesidad de que alguien deba usarlas.
© Alert Diver - Q1 2023