Un viaje de buceo reciente cambió la vida de todos sus participantes, y espero que esta historia pueda ayudar a salvar otra vida.
Aproximadamente 30 días antes del viaje, estaba hablando con un compañero de buceo que acababa de convertirse en divemaster y él estaba enumerando todo el equipo que suele llevar en cada buceo. Recuerdo haber dicho: “Tienes todas las piezas de equipo de buceo que cualquiera podría desear”, pero no tenía un torniquete. Nos preguntamos si alguna vez hubo una necesidad de usarlo y pensamos que podría ser la pieza de equipo de seguridad más importante que un buzo puede llevar.
Aproximadamente un mes más tarde me encontraba en un viaje de buceo en Belice. Acabábamos de finalizar un buceo en Great Blue Hole y nos dirigíamos a Cayo Half Moon para nuestro segundo buceo del día. La tripulación nos advirtió que los tiburones tienden a ser un poco más grandes y agresivos en esta área. Los peces y la vida marina eran increíbles, y los tiburones eran más agresivos aquí que en cualquier otro buceo en el que había participado en mis 50 años de experiencia. También eran hermosos y tenían curiosidad por los buzos.
Había tarpones gigantes por todas partes, y recuerdo pensar que quería volver a bucear en el lugar la próxima vez que visitara Belice. Cuando salimos a la superficie, los dos grupos de buzos de nuestra embarcación estaban a unos 46 metros (150 pies) de distancia entre sí. El otro grupo tenía tres niños, de 12, 14 y 15 años. Habíamos hablado con ellos en la embarcación y estábamos impresionados con lo educados que eran y lo mucho que les gustaba bucear.
Mientras flotábamos allí y esperábamos que nos recogieran, conversamos sobre lo fabuloso que había sido el buceo. La experiencia completa fue maravillosa hasta que sucedió algo espantoso.
Los gritos de nuestros compañeros de buceo interrumpieron las historias. Miramos hacia la embarcación de buceo y vimos una explosión en el agua, e inmediatamente nuestro divemaster dijo: “¡Es un ataque de tiburón!”. No sabíamos quién estaba todavía en el agua ni lo grave que era. Lo primero que pensé fue que teníamos un torniquete y que ellos lo necesitarían.
Mi compañero de buceo, Tony, y yo empezamos a nadar hacia la embarcación y a gritar: “Tenemos un torniquete”. La corriente era fuerte, así que nadamos bajo el agua porque era más fácil que hacerlo en la superficie.

La primera vez que salí a la superficie para orientarme, vi que el ataque aún continuaba, y pude ver a otro buzo lanzar una cuerda de remolque al agua para que alguien la agarrara. Cuando volví a sumergirme, creí que no había forma de que alguien pudiera agarrar y sostenerse de una cuerda en medio del caos. Salí nuevamente a la superficie cerca de la embarcación y vi que la buceadora de algún modo había sido rescatada y puesta a salvo. Solo cuando subí por la escalera me di cuenta de la gravedad del ataque.
Una de las niñas que había estado disfrutando de un fantástico buceo pocos minutos antes estaba tirada en la parte posterior de la embarcación. Afortunadamente, uno de los buzos era comandante del equipo de Armas y Tácticas Especiales (SWAT, por sus siglas en inglés) y había iniciado las maniobras de primeros auxilios. Más tarde me enteré de que en su servicio militar había tratado heridas potencialmente mortales en muchas oportunidades. Mi compañero le dio su torniquete al buzo que estaba realizando los primeros auxilios, quien lo colocó en la pierna de la niña.
Su mano también había sufrido daños graves, y daba la impresión de que el tiburón la había mordido cuando ella intentaba alejarlo. El buzo rápidamente improvisó otro torniquete con un mango de trapeador y una toalla, lo que disminuyó el sangrado de su mano. Al ver lo mal que se veía, empecé a rezar, sin saber cómo alguien podría sobrevivir a ese tipo de ataque y a un viaje en barco de dos horas antes de que pudiéramos llevarla para que recibiera atención médica.
Llegamos a la estación de la Guardia Costera, con la esperanza de que tuvieran un helicóptero y personal médico listo y esperando para trasladarla de urgencia a la ciudad de Belice, pero no había ningún helicóptero de rescate. Un helicóptero de pasajeros llegó 15 minutos más tarde y su tripulación la llevó al hospital tres horas después del terrible ataque.
Después de más de 12 horas de cirugía, la niña se encontraba débil pero estable. Al día siguiente, el personal del hospital nos dijo que era una luchadora y que estaba despierta y estable. Al recordar ese día, me di cuenta de que tenía todo en su contra —el tiburón podría haberla acabado, y estábamos a horas de distancia de la costa sin ninguna ayuda—. Sin el torniquete, no creo que ella, ni nadie, podría haber sobrevivido.
No estoy contando esta historia para asustar a nadie como para que deje de bucear ni para darles a los tiburones una imagen negativa, sino para alentar a todos a que incluyan la preparación en primeros auxilios en su lista de verificación anterior al buceo. La embarcación de buceo tenía muy poco equipo de primeros auxilios, y la tripulación y la mayoría de los buzos tenían poca o ninguna capacitación en primeros auxilios.
A menudo buceamos donde hay tiburones u otro tipo de vida marina potencialmente peligrosa, pero la mayoría de nosotros no llevamos torniquetes. Estos dispositivos caben en su compensador de flotabilidad (chaleco) y, con un cuidado adecuado, le durarán toda la vida. Aliento a cada operador de buceo a tener varios torniquetes en sus embarcaciones y procurar que recibir capacitación en primeros auxilios sea obligatorio para el personal.
Hay videos cortos en línea que le mostrarán paso a paso cómo aplicar y usar un torniquete. Esta historia habría tenido un final diferente si un buzo no hubiera llevado uno de estos dispositivos con él. Yo nunca bucearé sin uno. Este es uno de los dispositivos de seguridad más importantes que un buzo puede tener durante un viaje de buceo.
© Alert Diver – Q1 2025