Pasé una semana a fines de junio buceando en las islas Galápagos, que, como era de esperar, fue absolutamente increíble. La experiencia fue especialmente inspiradora en la isla Darwin, donde la abundancia de tiburones martillo comunes, tiburones de Galápagos, tortugas marinas verdes e incluso un tiburón ballena llevaron a uno de mis huéspedes a observar que este era el primer hábitat marino realmente impoluto que había visto. Ese fue un gran elogio de un viajero experimentado que ha estado en Indonesia, Palaos, el archipiélago Tuamotu y el mar Rojo.
No estaba completamente inmaculado —algunos tiburones tenían anzuelos en sus bocas, probablemente tras escapar de flotas de pesca con palangre que trabajan fuera del área protegida de la Reserva Marina de Galápagos (RMG)—. Ecuador estableció esta área marina protegida (MPA, por sus siglas en inglés) en 1998 para conservar 130.000 kilómetros cuadrados (50.000 millas cuadradas) de océano con algunos de los niveles de endemismo marino más altos de la Tierra. Entre la observancia de las autoridades del parque y la integridad de autorregulación de las empresas, la conservación es un modo de vida.
Una nueva MPA al noreste del archipiélago de Galápagos —la Reserva Marina Hermandad— agregó 60.000 kilómetros cuadrados (23.000 millas cuadradas) a la RMG actual en 2022 para proteger el pasaje Cocos-Galápagos, un corredor migratorio marino para docenas de especies protegidas. Cuatro países del Pacífico oriental tropical se adhirieron a esta colaboración histórica para proporcionar una gestión sustentable para la Isla del Coco (Costa Rica), Galápagos (Ecuador), Malpelo (Colombia) y Coiba (Panamá). La prohibición del uso de palangres es su iniciativa más destacada y, dada la inconcebible captura incidental vinculada a este tipo de pesca, es la más inmediatamente necesaria. Sin embargo, las reglas importan poco si no se cumplen y la aplicación es costosa.
Pero hay un plan. El proyecto Pew Bertarelli Ocean Legacy Project informó que apalancaron la deuda de Ecuador por los esfuerzos de conservación al convertir USD 1,6 mil millones de deuda comercial en un préstamo de USD 656 millones financiado mediante un bono. El plan está estructurado para perdonar la deuda y reducir el interés, lo que dará como resultado USD 450 millones para las islas Galápagos durante los próximos 20 años. El dinero financiará un fondo para la conservación marina dedicada.
Uno de los primeros pasos consiste en colocar observadores en al menos el 70 % de los buques de pesca de cerco para finales de 2024 y en el 20 % de los buques palangreros para finales de 2025. Ecuador monitoreará a los buques pesqueros electrónicamente y limitará el uso de dispositivos de agregación de peces (FAD, por sus siglas en inglés), que atraen a atunes, pero llevan a los cerqueros a recoger cantidades enormes de especies no objetivo como captura incidental.
Quizás el problema más importante es la inmensa flota pesquera de aguas distantes de China, cuyo objetivo son las aguas que rodean a las islas Galápagos. Los dispositivos de rastreo de estos barcos con frecuencia parecen estar desactivados para poder desaparecer de la vista del público, lo que casi siempre sucede cuando los buques pesqueros se encuentran con buques de carga refrigerados para transferir su cargamento en el mar en lugar de regresar al puerto y enfrentar la aplicación de la reglamentación. Asimismo, durante estos transbordos a menudo hay intercambios de tripulaciones, lo que genera inquietudes acerca de las violaciones de los derechos humanos.
Oceana informó que 510 barcos chinos pescaron por más de 134.000 horas entre el 1 de enero de 2021y el 31 de agosto de 2023. Todos estos buques estaban dentro de los 370 kilómetros (200 millas náuticas) de la zona económica exclusiva (ZEE) de Ecuador, lo que generó una gran presión pesquera en la región y tuvo un impacto directo en las islas Galápagos. La pesca no regulada de esta magnitud afecta las cadenas alimentarias marinas y agota las poblaciones de peces. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA) ha denunciado a la flota pesquera china por actividades pesqueras ilegales, no reportadas y no reguladas y violaciones de los derechos humanos.
Oceana también informó que Estados Unidos importó calamares por más de USD 686 millones desde China y Hong Kong durante los últimos cinco años, gran parte desde estas aguas fronterizas disputadas. Con tratados, disposiciones e iniciativas de financiación, es posible que la aplicación algún día sea posible en el corredor marino. Sin embargo, siempre que haya demanda de calamar habrá actividad pesquera, tanto legal como ilegal.
Todos los buzos que visitan las islas Galápagos y disfrutan del bellísimo entorno marino deben considerar cómo la pesca de atún con FAD o la flota de aguas distantes de China cuyo objetivo son los calamares tiene un efecto posterior en las islas Galápagos y cambia el buceo en el lugar.
Estoy seguro de que sin la enorme demanda de calamar, no habría 510 buques pesqueros matándolos, junto con cualquier otra criatura que de otro modo podría desplazarse otros 322 kilómetros (200 millas) hasta las islas Galápagos, donde una MPA obligatoria las espera. Todos podemos tomar medidas para ayudar a que esta práctica se vuelva obsoleta, y los tiburones martillo, que también se alimentan de calamares, nos lo van a agradecer.
© Alert Diver – Q3 2024