NO ESPERABA VER ANIMALES mucho más grandes que una uña de un pulgar mientras me desplazaba a la deriva durante un buceo nocturno en el océano. Por lo que me sorprendí cuando un manojo de tentáculos translucidos de la mitad del largo de mi brazo pasó junto a mí. Esta criatura era un gigante en un mar de liliputienses, así que aleteé enérgicamente mientras intentaba descifrar qué era lo que estaba persiguiendo.
La figura de un argonauta sin concha agarrando una medusa tomó forma justo cuando la extraña pareja salió a la superficie y apareció de repente en medio de olas pequeñas. Antes de poder recuperar el aliento, el pulpo se sumergió, luego se alejó fácilmente de mí y desapareció nuevamente en las profundidades del estrecho de Lembeh con su rehén aún a la zaga. Un pulpo en compañía de una medusa —¿de qué se trataba todo eso? Parecía otro misterio por resolver, y uno bastante bueno.
De regreso en el centro turístico, empecé a buscar en Internet. Comencé con un par de generalidades: los argonautas, cuatro especies de pulpos pelágicos de amplia distribución, también conocidos como nautilos de papel, son famosos por las conchas intrincadamente hermosas de las hembras. Estos objetos, que son populares entre los coleccionistas, periódicamente son arrastrados a la costa en grandes cantidades.
A medida que seguí leyendo, descubrí que las famosas conchas son cámaras de incubación secretadas y moldeadas con los dos brazos altamente especializados y semejantes a las hojas de lechuga que tienen las hembras. En el siglo IV a. C., la criatura cautivó a Aristóteles, que sugirió que los brazos curiosamente aplanados funcionaban como velas para impulsar al pulpo y su concha por las olas como la mítica tripulación del Argo.
La historia de fantasía, que al final le dio a la especie los nombres de su género y familia, se sostuvo hasta la década de 1830, cuando la costurera devenida en naturalista autodidacta Jeanne Villepreux-Power estudió el asunto más detenidamente. Fue una verdadera precursora que pasó muchas horas en los bancos de una bahía en Messina, Sicilia, observando argonautas y otras especies marinas nadando dentro de tanques de almacenamiento de madera y cajas de vidrio que ella había diseñado. Entre su larga lista de logros, Villepreux-Power —actualmente aclamada como la creadora de la investigación y observación en acuarios— demostró que las hembras utilizaban sus curiosos brazos para construir cámaras de incubación en lugar de desplazarse y nadar alrededor de los propietarios en conchas robadas de otras criaturas.
También quedé atrapado por estudios de argonautas contemporáneos. Una pareja de investigadores de cefalópodos australianos recientemente demostró que los argonautas meten aire en sus conchas en la superficie para mantener la flotabilidad y ahorrar energía a profundidad.
Ya había pasado la medianoche y estaba empezando a quedarme dormido cuando un artículo que abordaba la sacrificada vida sexual de los argonautas machos que nadan libremente, que miden menos de un doceavo del tamaño de las hembras, me despertó de inmediato. Aparentemente el punto culminante de sus cortas vidas, y posiblemente lo último que hacen, es dejar atrás su órgano de fertilización similar a un gusano dentro de la cámara de una hembra antes de alejarse nadando para morir. Por una afortunada coincidencia, los artículos incluían una foto de un macho del tamaño de un dedal montado encima de una medusa. Parpadeé incrédulo; había capturado una imagen similar en Raja Ampat la semana anterior, pero no tenía idea de que el pulpo podía ser un argonauta.
En ese punto Villepreux-Power reapareció en la historia. Ella fue lo suficientemente audaz como para proponer públicamente que los órganos encontrados dentro de los mantos de las hembras era órganos reproductivos masculinos, pero la comunidad científica masculina victoriana no podía realmente comprender una suposición tan inquietante; en cambio, declararon que los organismos eran gusanos parasitarios.
Finalmente, lo que estaba esperando apareció: “depredación de medusas por parte del cefalópodo Argonauta argo.” El artículo, escrito por un trío de científicos alemanes, describía su encuentro de 1992 con una hembra de argonauta que tenía secuestrada a una medusa. Después de nadar con la pareja por una hora, los científicos trasladaron los especímenes a un acuario para estudiarlos siguiendo la tradición de Villepreux-Power.
Después de tomar medidas, liberaron a la hembra, pero retuvieron al rehén, que aún estaba vivo, para examinarlo. Tras haber sido sostenido firmemente por brazos cubiertos de ventosas por un largo período, el cautivo presentaba heridas que se extendían por su gelatinosa campana y hacia cinco de sus múltiples cavidades estomacales. A partir de la evidencia, los autores especularon que el pulpo había secuestrado a la medusa para incautar su comida. Por otra parte, el argonauta podría haber estado arrastrando a la medusa para detener a los depredadores con sus tentáculos urticantes. O ambas cosas.
A la noche siguiente, volvimos a sumergirnos en aguas oscuras. Nuestro guía encontró un diminuto pulpo flotando solo en la oscuridad. El sifón de gran tamaño del animal permitió identificarlo como un argonauta macho. Si hubiera estado entregando estrellas doradas por ser bonito, esta pequeña criatura habría obtenido cinco. Si bien era consciente de cuál sería su destino final, tomé una foto y le deseé lo mejor de todos modos.