noviembre 21, 2024 Texto por Stephen Frink, fotos y pie de foto por Alex Kirkbride
Mi filosofía es que si soy paciente y respeto el mar, la Madre Naturaleza ocasionalmente tal vez me ofrezca una magnífica oportunidad. Mi experiencia con una foca leopardo en la Antártida fue una de esas ocasiones. Al final de una sesión de snorkel de tres horas, divisé al superdepredador descansando en un trozo de un témpano de hielo. Mi fatiga desapareció de inmediato y me desplacé hacia la criatura a toda marcha. Me acerqué a la foca de 3 metros (10 pies) con cuidado, que asomó la cabeza sobre el borde de la pared de hielo de 1,2 metros (4 pies) y dirigió la mirada hacia mí. Me sentí vulnerable. La única manera de llegar a la parte superior del témpano de hielo donde descansaba era aletear como loco mientras levantaba la caja estanca Seacam y la introducía ligeramente en el hielo en la parte de arriba. Tuve que disparar a ciegas y esperar que el enfoque automático capturara a la foca y no las nubes detrás de ella. Quedé muy satisfecho con el resultado y gratamente sorprendido cuando advertí el krill en la boca de la foca.
Alex Kirkbride
David Doubilet lo dijo primero y mejor. “Usa la imaginación sin límites y un ojo experto para descubrir la superficie y exponer un mundo que es hermoso, bizarro y maravillosamente inesperado”, señaló Doubilet sobre el extraordinario viaje de fotografía submarina de Alex Kirkbride por los 50 estados para su libro American Waters. . “Es una perspectiva nueva y muy sorprendente de Estados Unidos, de abajo hacia arriba”.
Ese libro se publicó en 2007, 25 años después de que Alex y yo nos conocimos. Yo estaba dando mis primeros pasos en el periodismo gráfico submarino y Kirkbride estaba abriendo un centro de buceo en Jamaica. En ese entonces no lo conocía como un fotógrafo submarino, y era poco probable que él mismo se considerara uno.
Cuando nuestros caminos se cruzaron nuevamente unos años más tarde, él estaba trabajando como guía de buceo en Cayo Rum en las Bahamas. Se alentaba a los guías a tomar fotografías de los huéspedes y la flora y la fauna de los arrecifes, y Kirkbride hacía uso de la película y el procesamiento gratis para acumular experiencia y alimentar su naciente pasión por la fotografía submarina. Cuando vi su presentación de diapositivas de reseña semanal, recuerdo pensar que había algo especial en su visión y un talento que debía cultivar.
En junio de 2024 estuvimos juntos en una embarcación por primera vez desde Cayo Rum, esta vez en una embarcación de vida a bordo en las islas Galápagos. Durante la semana me puse al día con su carrera y le pedí que me mostrara lo que estaba fotografiando hoy en día. Esta vez no fue una selección de diapositivas, y las imágenes digitales de su computadora portátil me recordaron que efectivamente tenía una visión especial, lo que confirmó la afirmación de “imaginación sin límites” y “ojo experto” de Doubilet.
También me enteré de algunas otras cosas, incluso que —a pesar del evidente acento británico de Kirkbride— nació en Nueva York. Por razones poco claras para el niño de entonces 6 años, su familia se mudó a Inglaterra en 1966 para que su padre, que en ese momento trabajaba en ventas de publicidad en revistas para Condé Nast, pudiera llegar a ser editor de una revista de comida y vino. La primera visión del mar de Kirkbride fue desde la cubierta del Queen Mary durante el crucero de siete días desde Nueva York hasta Southampton, Inglaterra.
No obstante, el viaje no motivó una inmersión profunda en todo lo relacionado con el océano. La niñez de Kirkbride se trató principalmente de deportes. Solo había tres canales de televisión, ninguno de los cuales transmitía Sea Hunt (Investigador submarino) (Investigador submarino) ni los documentales de Jacques Cousteau. Su primera experiencia significativa en el agua tuvo lugar en Malta, donde su madre hizo un curso de introducción al buceo con aire comprimido mientras Kirkbride hacía snorkel en la superficie. Su padre lo llevó a Grecia en la misma época, y el color y la claridad del Mediterráneo lo hipnotizaron. Mostró un leve interés, pero aún no estaba cautivado.
En 1979 Kirkbride asistió a la Universidad Oxford Brookes (Oxford Brookes University) en Oxford, Inglaterra, y se especializó en historia, inglés e historia del arte. Allí hizo un curso de fotografía, pero pronto sintió que la vida académica no era lo más adecuado para él. Después de hacer trabajos ocasionales por Londres por 18 meses, ahorró suficiente dinero para regresar a Nueva York, donde se inscribió en una clase de buceo con aire comprimido. Sus buceos de verificación fueron en los Cayos de la Florida por la misma época en que me mudé a Cayo Largo.
Tras obtener su certificación tuvo una trayectoria predecible en la industria del buceo, lo que incluyó capacitación de instructor de buceo con aire comprimido en Hollywood, Florida, un trabajo en Ocho Ríos, Jamaica, y trabajos subsiguientes en San Salvador y Cayo Rum en las Bahamas. Se desvió en 1985 cuando se mudó nuevamente a Manhattan, Nueva York, para enseñar fotografía submarina y trabajar como asistente de fotografía freelance. Trabajó para el fotógrafo comercial y de moda de alto nivel Albert Watson, y los dos años siguientes fueron un torbellino. Imagine trabajar por 42 días seguidos, ir de Londres a París y a Milán para ajustar la iluminación y hacer sesiones de prueba e impresiones personalizadas en el cuarto oscuro. Abarcó la gama completa del mundo de la fotografía de moda. Ser asistente a finales de la década de 1980 era esencialmente un aprendizaje, pero para construir una carrera como fotógrafo profesional aún se necesitaba una colección de imágenes para mostrarles a clientes potenciales.
En ese período de creación de su catálogo, Kirkbride adquirió una caja estanca Aquatica usada para una Nikon F3 y viajó a Gran Caimán para capturar algunas imágenes para su colección. Su esposa en ese momento era una modelo sumamente exitosa y él capturó una imagen dividida de ella apartándose el cabello con una velocidad del obturador alta para congelar el agua.
Si bien hoy en día ese concepto quizás es un cliché, en esa época era nuevo e innovador, y Kirkbride ganó USD 5.000 por esa foto de archivo. Había fotografiado interiores, modelos y naturaleza muerta, pero ahora había un incentivo para el mundo submarino. Tuvo encargos de la revista Rodale’s Scuba Diving y realizó numerosos trabajos para ellos durante los siguientes cinco años.
Al igual que la mayoría de los fotógrafos, Kirkbride tenía pensado hacer un libro ilustrado. En lugar de un tradicional catálogo de las mejores imágenes, quería tener una fotografía submarina de cada estado de los Estados Unidos. Para el año 2002, con el patrocinio de Eastman Kodak para el suministro de película y procesamiento, se comprometió con el proyecto American Waters .
Estaría viajando durante 28 de los siguientes 36 meses, viviendo en un remolque Airstream. Su prometida, Hazel, había estado viviendo en Inglaterra, pero se unió a él en esta nueva gran aventura. El hecho de que pasaron de tener una relación a distancia a compartir un Airstream por meses a la vez es un verdadero testimonio de su relación. Para septiembre de 2005, el libro estaba completo, pero su publicación demoró otros dos años. A la lista de elementos descriptivos para Kirkbride debemos agregar tenacidad.
Una exhibición de 23 fotos del libro en impresiones de 1 por 1,5 metros (40 por 60 pulgadas) en la prestigiosa Hammer Galleries en Manhattan lo introdujo completamente en el mundo de las bellas artes. American Waters fue aclamado por la crítica, y las exhibiciones fueron lo suficientemente buenas como para permitirles a Hazel y a él regresar a Inglaterra para comenzar una familia. Su hijo, Dylan, nació en el año 2009.
Kirkbride llegó tarde a la fotografía digital, pero ya estaba completamente inmerso en ella para 2010, con una Nikon D3X que le brindaba la resolución que necesitaba con granes archivos de cuadro completo para impresiones de arte de gran tamaño. Su caja estanca Seacam era muy resistente, un atributo que llegó a valorar enormemente al continuar su recorrido debajo del hielo.
Una película IMAX sobre el Ártico con una secuencia submarina de seis segundos lo inspiró para comenzar a capacitarse en buceo en el hielo en 1995 en el Alto Ártico canadiense, y volvió a capacitarse en 2016 en el mar Blanco cerca de la costa noroeste de Rusia. Con un mejor equipo de protección térmica y una mejor técnica, posteriormente hizo buceos de hasta dos horas debajo del hielo. Su buceo en el hielo más largo fue de 142 minutos con un tanque de aire de 15 litros (125 pies cúbicos).
La familiaridad y la comodidad en este singular entorno rara vez visto le permitió concentrarse en su belleza, y estos buceos culminarán en otro libro y más exhibiciones en galerías. ¿Por qué la obsesión con el hielo hoy en día?
“Aparte del deseo creativo, mi necesidad de decir algo visualmente sobre el cambio climático impulsa el proyecto en el hielo”, afirmó Kirkbride. “Se ha vuelto especialmente importante desde que traje a un hijo a este mundo hace 15 años”.