Ballenas azules

COMPARTIR ESPACIO CON ANIMALES SALVAJES en la naturaleza es uno de los grandes regalos que la vida tiene para ofrecer. Quizás ha mirado fijamente a los ojos a un orangután en Borneo, o tal vez ha observado a un pez payaso poner sus huevos cuidadosamente en un arrecife. Es posible que haya espiado a un ejército de hormigas cortadoras de hojas marchando con trozos de plantas de regreso a su colonia o se haya asomado por la proa de una embarcación solo para mirar a un delfín. 

Sin importar el tamaño de las criaturas que encuentre o la singularidad de la especie, cada oportunidad de abrir una ventana hacia la existencia de estos seres es un privilegio. 

Los entornos submarinos amplifican la importancia de ese privilegio. Como mamíferos terrestres, necesitamos bastante asistencia para sobrevivir en el agua, incluso por períodos relativamente cortos. Esta barrera disminuye enormemente la cantidad de interacciones cercanas que las personas tienen con fauna marina, lo que hace que cada encuentro sea más significativo. Los encuentros con mamíferos marinos ponen particularmente de manifiesto ese fenómeno porque la probabilidad de compartir un momento bajo el agua con estos seres marinos es muy baja. 

Las ballenas azules son tímidas y están completamente enfocadas en su migración. Para capturar este íntimo primer plano, el fotógrafo se sentó en un kayak por horas cerca de San Diego, California, hasta que pudo acercarse a una. Luego colocó su cámara en el agua y capturó a ciegas esta imagen que había imaginado. © AMOS NACHOUM © AMOS NACHOUM

Estar en presencia de una ballena azul puede ser una de las experiencias más profundamente conmovedoras en la Tierra, y tener la suerte de tener una cámara para capturar ese momento a tiempo es la propia definición de invaluable.     

Las ballenas azules (Balaenoptera musculus) no solo son los animales más grandes vivos en la actualidad, sino que también son los más grandes que han vivido en la Tierra. Somos extremadamente afortunados de existir al mismo tiempo que estos gigantes oceánicos.

Es difícil imaginar cuán grandes son estos animales hasta que nos encontramos en el agua con ellos. Pueden pesar hasta 200 toneladas y normalmente alcanzan una longitud de 24 a 27 metros (80 a 90 pies). Un estudio de la Universidad de Standford (Stanford University) de 2021 indica que en un solo día las ballenas azules adultas pueden consumir entre 10 y 20 toneladas de plancton, y el kril es su principal fuente de alimento. 

Esta ballena, clasificada como un rorcual —el grupo de ballenas barbadas más grande—, tiene una boca enorme llena de hasta 400 barbas, que utiliza para filtrar plancton del agua de mar. Se alimentan tragando cantidades enormes de agua que contiene kril en sus bocas y luego expulsando el agua mientras el plancton permanece atrapado en las barbas. 

Las ballenas azules habitan todos los océanos del mundo con excepción del Ártico, y la mayoría se embarca en migraciones monumentales hacia los polos en el verano austral y el ecuador en el invierno. Pueden producir ruidos fuertes y de baja frecuencia que les permiten comunicarse unas con otras a grandes distancias. Sus llamadas pueden alcanzar los 188 decibeles —más alto que el motor de un avión a reacción— y desplazarse hasta 1.609 kilómetros (1.000 millas). 

Amos Nachoum realiza un vuelo de exploración sobre Coronado Island, California, para identificar ballenas migrando al norte desde México

Su esperanza de vida promedio es de 80 a 90 años, pero se estima que la ballena azul más vieja que se ha documentado tenía 110 años. Es uno de los animales más longevos de la Tierra y, por consiguiente, tiene una tasa de reproducción proporcionalmente baja. Alcanzan la madurez sexual entre los 5 y los 15 años, y las hembras dan a luz a una sola cría una vez cada dos a tres años después de un período de gestación de aproximadamente un año. Las crías pueden pesar hasta 3 toneladas y medir cerca de 7,6 metros (25 pies). 

Debido a su estilo de vida altamente migratorio, rastrearlas y obtener una estimación precisa de su población es difícil. Se calcula que la población de ballenas azules actual es de 10.000 a 25.000 en todo el mundo. La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (International Union for Conservation of Nature, IUCN) las clasifica como en peligro, una designación que es producto de un siglo de brutal explotación para obtener su aceite. La población histórica de ballenas azules estuvo cerca de la extinción para mediados del siglo XX, pero finalmente fueron protegidas de la caza comercial de ballenas en 1966 por la Comisión Ballenera Internacional (International Whaling Commission), que estableció una moratoria sobre la práctica 20 años después. 

A principios del siglo XX, había más de 300.000 ballenas azules. La caza comercial de ballenas diezmó la población y en la actualidad
solo quedan aproximadamente 17.000. © AMOS NACHOUM

La recuperación es un proceso lento, pero estamos viendo avances. Con importantes reglas y normas vigentes, las ballenas azules de todo el mundo actualmente han alcanzado entre el 3 y el 11 por ciento de su población histórica. Están repuntando gradualmente, y hoy en día muchas prácticas de gestión y normas de pesca las protegen completamente, pero promover una mayor protección y conservación de estos gigantes azules es crucial.

Lamentablemente, los océanos contienen muchas más amenazas que cuando los cazadores de ballenas deambulaban en alta mar. Las ballenas azules deben lidiar con abundantes desechos marinos, impactos de embarcaciones, una intensa polución acústica y un suministro de alimento en declive debido al calentamiento de las aguas y el uso comercial de kril, lo que hace que la recuperación continua de las ballenas sea limitada en el mejor de los casos. 

Esta especie está repuntando mucho más lento en comparación con otras especies —como las ballenas grises, ballenas jorobadas y rorcuales comunes— desde el final de la caza comercial de ballenas a gran escala, y los impactos de embarcaciones pueden ser un factor importante. 

“Solo una pequeña proporción de la mortalidad de ballenas grandes está documentada como varamientos porque la mayoría de las ballenas de gran tamaño se hunden o no son arrastradas a la costa”, informó Cascadia Research Collective, una organización sin fines de lucro fundada por el biólogo investigador John Calambokidis. “Se ha estimado que la verdadera mortalidad es al menos 10 veces más alta que la sugerida por los varamientos documentados”. 

Calambokidis es ampliamente respetado por sus contribuciones a la investigación y conservación de ballenas. Su investigación de vías marítimas dio lugar a un cambio en las rutas de embarcaciones que viajan a los puertos de California para apartarlas del lugar donde se congregan las ballenas. 

“Me he concentrado no solo en investigar para reducir los impactos de embarcaciones, sino también en trabajar con la industria y los organismos gubernamentales para implementar cambios”, comentó Calambokidis. Si bien los cambios son un buen comienzo para reducir la incidencia de golpes, afirmó que aún hay mucho por hacer, incluso reducir la marcha de las embarcaciones.

Los desechos marinos son otro problema importante para las ballenas azules, uno que ha alcanzado proporciones de plaga en las aguas de nuestro planeta. La basura de los humanos, grande y pequeña, se ha infiltrado y ha contaminado todos los hábitats marinos desde el ecuador hasta los polos. Las ballenas azules encuentran desechos marinos en muchas formas, lo que incluye microplásticos, enormes redes de pesca fantasma y muchas cosas más. 

Un artículo publicado en la revista Nature Communications en 2022 estima que una ballena azul puede consumir hasta 10 millones de trozos de microplásticos cada día durante su temporada de alimentación principal. Eso suma un total de 45 kg (100 libras) de plástico por día. No obstante, los autores del estudio informaron que solo el 1 por ciento de los plásticos que las ballenas barbadas tragan proviene directamente del agua que filtran de sus bocas. Las presas que las ballenas comen ya han ingerido el otro 99 por ciento.

Otro problema se presenta cuando equipo de pesca viejo, roto o enredado es botado en el océano, lo que crea equipo de pesca fantasma. Estas redes fantasma son la forma más nociva de desechos marinos y pueden desplazarse a la deriva con las corrientes oceánicas durante años o incluso décadas, dejando así un rastro de destrucción a su paso. Hasta el 60 por ciento de las ballenas azules en el golfo de St. Lawrence de Canadá ha tenido interacciones con redes y cabos de pesca sobre la base de las cicatrices que se observan en las fotografías tomadas con drones. Debido a su tamaño, las ballenas azules normalmente pueden liberarse y sobrevivir, pero eso definitivamente no significa que no han sufrido estrés y traumatismos excesivos. Este obstáculo no es insignificante para una especie que ya está luchando por sobrevivir. 

Estas adversidades están lejos de ser las únicas que deben enfrentar las ballenas azules, pero dada la dificultad inherente de estudiar a estos animales pelágicos gigantes, hay una escasez de datos concluyentes que puedan detallar los efectos negativos específicos de otras amenazas como la polución acústica, el aumento de las temperaturas del agua y la acidificación del océano. Estos factores tienen impactos negativos medibles en una amplia variedad de otras especies marinas, por lo que parece lógico que los mismos peligros también resulten estresantes para las ballenas azules.

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Un buzo nada con una ballena azul cerca de Trincomalee, Sri Lanka © AMOS NACHOUM

Muchas cosas que hacemos en nombre del progreso son nocivas para nuestro mundo y la vida que sustenta, incluso nosotros. Las ballenas merecen nuestra protección y respeto no solo por su valor intrínseco, sino también porque tienen un rol crucial en el funcionamiento de nuestro planeta. 

Michael Fischbach, director ejecutivo de Great Whale Conservancy, explica que las ballenas ayudan a estimular la producción de plancton, que, a su vez, produce más oxígeno para compensar los impactos del cambio climático. “Para la salud de los océanos, realmente necesitamos más ballenas”, afirmó. 

Un informe publicado por el Fondo Monetario Internacional (International Monetary Fund) en 2019 apoya esta declaración: “en lo que respecta al carbono, una ballena vale miles de árboles. Las ballenas ayudan a regular el clima al aumentar el crecimiento de fitoplancton en la superficie del océano, que captura 37 mil millones de toneladas de CO2 [dióxido de carbono] al año".      

Las ballenas azules son muchas cosas: majestuosas, enormes, fuertes, frágiles, misteriosas, en peligro y cruciales. Pero, sobre todo, son merecedoras —merecedoras de vidas libres de la infinidad de peligros antropogénicos que les hemos impuesto—. Se los debemos a ellas, y nos lo debemos a nosotros mismos. Una vez más, debemos trabajar para salvar a las ballenas, no solo por su bien, sino por el nuestro también. AD


© Alert Diver - Q3 2023

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