Supervivencia tras tres amenazas en las Maldivas

Tener el equipo de seguridad apropiado en todos los buceos y saber cómo utilizarlo son partes integrales de estar preparado, al igual que recordar la capacitación recibida y seguir las instrucciones del informe de seguridad.

El divemaster había brindado su habitual informe de seguridad excelente y detallado, haciendo hincapié en que pasaríamos por una pared rocosa con varias cuevas, pero nadie debía ingresar a las cuevas bajo ninguna circunstancia. “No se separen de mí durante todo el buceo porque es posible que haya fuertes corrientes”, nos recordó. 

Cuando nos lanzamos al agua, yo estaba pisándole los talones al divemaster. Al no observar ningún indicio de corrientes todavía, decidí arriesgarme a mirar un poco dentro de las entradas a las cuevas. Esos pocos minutos en los que descendí un poco más que el resto del grupo casi sellaron mi destino.

Cuando emergí tras mi breve desvío, el grupo estaba bastante adelante y se desplazaba rápidamente. Aleteaban enérgicamente para cruzar un valle submarino, resistiendo a una fuerte corriente que podía alejar a cualquiera. El divemaster me hacía señas para que los alcanzara, pero al nadar trabajosamente había provocado el descenso de la presión de mi tanque por debajo del valor donde debía estar a esa altura del buceo. La experiencia me había enseñado que mi consumo de aire aumentaría considerablemente si seguía luchando contra la corriente. Tenía que tomar una decisión de inmediato: salir a la superficie y arriesgarme a separarme del grupo o posiblemente quedarme sin aire mientras aleteaba más fuerte para atravesar la corriente y alcanzarlos. 

Después de echar un vistazo rápidamente a mi manómetro, me di cuenta de que no lo lograría a pesar de mi rigurosa rutina de ejercicios diaria y mi buen estado físico. Saludé con la mano al divemaster, le hice una seña para indicarle que tenía poco aire e intenté realizar un ascenso lento. Pero de repente mis burbujas iban hacia abajo y mi indicador de profundidad señalaba un descenso no controlado. Una corriente me estaba arrastrando hacia abajo y hacia el mar abierto al mismo tiempo.

Con muy poco aire en mi tanque, sabía que debía mantener la calma. Comencé a inflar mi compensador de flotabilidad (chaleco) muy de a poco para intentar detener el descenso mientras estaba atento a mi profundidad. Había alcanzado los 52 metros (170 pies) en Cozumel años atrás, pero eso había sido con una gran cantidad de aire y un equipo de divemasters e instructores del curso alrededor de mí. Esta vez estaba completamente solo.

La corriente descendente finalmente cedió y comencé a elevarme despacio después de lo que pareció una eternidad bajo el agua. Durante mi ascenso comencé a girar de cabeza como un trompo. Agarré mi regulador y mi máscara para evitar que el torbellino me los arrancara. Las corrientes finalmente me liberaron y continué mi ascenso lento. A los 5 metros (15 pies) mi medidor indicaba que estaba vacío, pero me quedé allí hasta que se volvió difícil respirar. Sabía que las profundidades variables del buceo podrían haber causado problemas de descompresión, por lo que hice mi mejor esfuerzo para prolongar la parada de seguridad.

Al llegar a la superficie, me quité el regulador y di una enorme bocanada de aire fresco, y me sentí aliviado de haber sobrevivido. Luego miré a mi alrededor y no vi ningún signo de los islotes del inicio del buceo, a otros buzos y, lo peor de todo, el barco de apoyo ni la embarcación de buceo grande. Estaba perdido en el medio del mar en el océano Índico.

Intenté mantener la calma, y supuse que la tripulación me estaría buscando. En ese hermoso día soleado en las Maldivas, el océano estaba tranquilo, pero sabía que la tripulación tendría dificultades para encontrar a un buzo meciéndose en el vasto océano. Recordé las muchas veces que había practicado lanzar una boya de superficie durante paradas de seguridad en buceos en México y Bonaire, y busqué en el bolsillo de mi chaleco y extraje mi boya de seguridad naranja de 2,7 metros (9 pies) que llevo conmigo en todos los buceos. A lo largo de los años, muchos compañeros de buceo se habían burlado de mí por llevar ese monstruoso globo de plástico, pero en ese momento sería crucial para salvar mi vida. La inflé lentamente, lo que me hizo sentir un poco mareado por todo lo que tuve que soplar para lograrlo, y pronto la tuve en posición vertical por encima de mi cabeza.

Después de una hora advertí un pequeño punto que se movía en el horizonte. Saqué mi espejo de señalización y empecé a agitarlo al sol, con la esperanza de producir un destello de luz en la dirección del punto. El punto comenzó a tomar forma como una pequeña embarcación que se movía hacia donde yo me encontraba. El barco de apoyo finalmente estuvo lo suficientemente cerca como para que distinguiera a tres personas en él, todas mirándome con binoculares y señalando, dándole instrucciones claras al capitán del barco. 

Cuando ya estaba dentro del campo visual, los dos divemasters rápidamente hicieron la seña de “OK” para preguntarme si estaba bien, con los puños sobre su cabeza, y yo les respondí con la misma seña para indicarles que sí. El capitán acercó el barco a mí con mucho dominio y cuidado, yo sonreí y dije bromeando: “¡guau! ¡Tres binoculares! ¿Por qué tanto alboroto?”. A pesar de mis comentarios, estaba sumamente aliviado después de haber sobrevivido a tres desafíos que habían puesto en peligro mi vida en un día. Un divemaster contestó: “¡si no lo hubiéramos visto, su próxima parada hubiera sido África!”.

Trepé a bordo, coloqué mi equipo en la cubierta, me quité el traje de neopreno y me senté en silencio con la cabeza inclinada hacia atrás contra la pared de madera. Ya a salvo, me puse a reflexionar sobre mi increíble insensatez por no seguir las indicaciones del divemaster y mi inmensa suerte por haber sobrevivido a tres de los desafíos de buceo más peligrosos de mi vida. Un médico francés retirado y su esposa, que se habían unido a la búsqueda para encontrarme, me tomó una foto y más tarde me la envió. La llamo “retrato de un hombre insensato pensando en su inmensa suerte y su felicidad de estar vivo”.

Análisis de DAN

Nos complace escuchar un resultado positivo en un suceso que podría haberse convertido en una tragedia. Esta situación tiene las siguientes tres conclusiones:

  • Siempre escuche el informe de seguridad y siga todas las indicaciones. La información es para un propósito específico —su seguridad.
  • Si bien aplaudimos el hecho de haberse preocupado por una posible enfermedad disbárica (ED) y que haya hecho una parada de seguridad de emergencia para mitigar el riesgo, nunca debe quedarse sin aire. Si su suministro de mezcla respiratoria es críticamente bajo, diríjase a la superficie a un ritmo de ascenso seguro y luego controle si hay signos de una ED. Es mejor lidiar con una ED en la superficie que quedarse sin mezcla respiratoria a profundidad.  
  • Siempre lleve una boya de superficie y un carrete, que son piezas esenciales del equipo de salvamento, especialmente en situaciones como esta. Si bien muchos buzos llevan una boya de superficie de 1,2 metros (4 pies), puede no ser lo suficientemente grande para que sea visible a una distancia importante o en aguas agitadas. Los buzos deben llevar, como mínimo, una boya de superficie de 1,8 metros (6 pies) cuando bucean en el océano o en grandes cuerpos de agua como los Grandes Lagos.

© Alert Diver - Q2 2021

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