Obtuve mi certificación de buceo en la universidad, pero el buceo se convirtió en una parte importante de mi vida mucho antes. Desde que me asocié con una tienda de buceo local a principios de la década de 1990, me convertí en divemaster e instructor y enseñé localmente en la Bahía de Monterrey, California. Por lo general, hago dos viajes de buceo al año con mi esposa y, a veces, nuestro hijo, ambos buzos experimentados. Casi siempre vamos a Cozumel, México, que es donde tuve una enfermedad disbárica (ED) por primera vez.
Cuando viajamos a Cozumel para nuestro viaje de buceo de 2018 tenía 68 años y había realizado más de 900 buceos. Siempre nos hospedamos en el mismo centro turístico de buceo e ingresamos al agua para realizar un buceo de verificación un par de horas después de nuestra llegada. En el primer día completo de buceo, comenzamos a la mañana con un buceo de 29 minutos a 25 metros (82 pies) con un intervalo de superficie de una hora antes de realizar un segundo buceo sin problemas. Al día siguiente estábamos listos para mi punto de buceo favorito, Santa Rosa Wall. Después de descender hacia el fondo arenoso a unos 15 metros (50 pies), descendimos alrededor de 9 metros (30 pies) más para avanzar hacia el norte a lo largo de la pared. Grandes pasadizos salpicaban las enormes piedras a medida que nos desplazábamos a la deriva junto al arrecife.
Cuando llegó el momento de finalizar el buceo, mi compañero y yo ascendimos a 6 metros (20 pies) para nuestra parada de seguridad. Todo fue normal, al igual que el resto de nuestro ascenso. En cuanto salimos a la superficie me pareció ver que la embarcación se alejaba de mí, pero rápidamente me di cuenta de que estaba desorientado y que la embarcación no se estaba moviendo. Se sintió como vértigo, pero logré subir a bordo de la embarcación.
Me quité el equipo y estaba hablando con mi compañero cuando comencé a inclinarme hacia adelante involuntariamente hasta que perdí el equilibrio y me desplomé boca abajo sobre la cubierta. El problema era en mi médula espinal, y sentí que estaba paralizado y no me podía levantar.
Nuestro divemaster me administró oxígeno al 100 por ciento de inmediato e informó al capitán. Regresamos rápidamente al muelle del centro turístico. En algún momento durante el viaje de regreso habían llamado a la costa y se habían comunicado con DAN, donde organizaron todo lo que necesitaba sin contratiempos. Cuando llegamos al muelle, un paramédico estaba esperando para trasladarme al hospital local, que solo se encontraba a 1,6 km (1 milla) de distancia. Tuvieron que arrastrarme para sacarme de la embarcación, con una persona debajo de cada brazo, porque no podía caminar.
Llegamos al hospital en el centro de Cozumel, donde me hicieron un ecocardiograma para comprobar la existencia de un posible foramen oval permeable (FOP) o quizás un bloqueo de algún vaso sanguíneo. Después de realizarme un examen neurológico para descartar un embolismo, me ingresaron en el hospital y determinaron que tenía una ED.
El primer tratamiento en cámara con una tabla 6 de la Marina de los Estados Unidos tuvo cierta eficacia, pero fui hospitalizado durante la noche y pasé casi cinco horas en la cámara para someterme al mismo tratamiento una vez más al día siguiente. Después de esa recompresión, no pasé la prueba de caminar, por lo que los médicos determinaron que la ED aún no había desaparecido por completo.
Pasé otras dos horas en la cámara ese día y dos horas más el tercer día, donde recibí líquidos por vía intravenosa e hice un descanso después de cada tratamiento, pero no fue necesario hacer ningún otro procedimiento. Los médicos finalmente me dieron el alta después de cuatro largos tratamientos en cámara en el transcurso de tres días, y salí del hospital caminando sin ninguna ayuda.
En DAN hicieron todos los arreglos necesarios para mi atención entre bastidores. Me sentí agradecido por no tener que preocuparme, especialmente porque, de todos modos, probablemente no estaba apto para mantener esas conversaciones. He sido miembro de DAN por más de 20 años, y mi membresía y mi cobertura contra accidentes de buceo fueron de vital importancia en este viaje. Como corredor de seguros, sé que la mayoría de las pólizas médicas no cubren muchos incidentes que pueden suceder en el agua —y no solo a buzos, por lo que siempre tengo mi membresía de DAN y mi cobertura contra accidentes de buceo al día. Incluso cuando alguien está bien capacitado, tiene conciencia y hace todo bien, aún puede sufrir una enfermedad por descompresión.
Después de estudiar mi perfil de buceo desde mi computadora de buceo, llegué a la conclusión de que no había hecho nada malo —no había realizado un ascenso rápido y no había omitido ninguna parada de seguridad— pero de todas maneras había sufrido una ED. Mi experiencia me enseñó que ya sea que alguien haya realizado nueve o 900 buceos y sin importar si es un buzo principiante o un divemaster, debe estar preparado para cualquier cosa que pueda suceder. La cuenta final del hospital por mi tratamiento fue de más de USD 22.000, pero yo no tuve que pagar ni un centavo. Me di cuenta de que podría pagar mi cobertura de DAN de por vida por menos de lo que me habría costado este incidente.
Cuando me autorizaron a volar, regresé a casa y tuve una cita con mi cardiólogo para estudiar las imágenes de mi estadía en el hospital de Cozumel y para someterme a algunas pruebas adicionales. No tenía un FOP, y más adelante ese año me autorizaron a volver a bucear.
Tuve una cobertura contra accidentes de buceo de DAN mucho antes de necesitarla, e incluso si alguna vez vuelvo a necesitarla, ya se ha amortizado por completo. Mientras continúe buceando, siempre que pueda hacerlo, nunca dejaré de tener mi cobertura de DAN.
© Alert Diver - Q3/Q4 2021