Un agujero en mi corazón

Los buzos Jim Eckhoff y Keith Flood salen del agua después de bucear en el Norman en el lago Hurón, Michigan. Foto por Jitka Hanakova

HE SIDO BUZO CERTIFICADO desde 1986 y he registrado cientos de buceos deportivos y técnicos. Desde 2014 me he dedicado principalmente al buceo técnico con rebreathers con un grupo cerrado de buzos con rebreathers experimentados del norte de California.

Durante el invierno boreal de 2019, nuestro grupo visitó el Santuario Marino Nacional Thunder Bay (Thunder Bay National Marine Sanctuary) del lago Hurón en Michigan para bucear en los naufragios históricos de fines del 1800 que yacen casi intactos a una profundidad de 49 a 61 metros (160 a 200 pies) en agua dulce helada y cristalina. La instructora de buceo técnico y cinematógrafa ganadora de un premio Emmy Becky Kagan Schott y su esposo, David Schott, que también es un experto camarógrafo y buzo técnico, organizaron nuestro viaje. Pasamos los meses previos al viaje haciendo buceos de entrenamiento en el lago Tahoe, donde las condiciones del agua son similares a las del lago Hurón.

Nuestros planes de buceo en el lago Hurón incluían dos buceos por día, todos ellos con paradas de descompresión obligatorias debido a la profundidad y el tiempo que dedicábamos a explorar cada naufragio. A medida que descendía por el cabo de amarre, mis ojos se esforzaban por obtener el primer vistazo de lo que había en el fondo. Pasé a través de una termoclina y hacia el agua cristalina a 4 °C (39 °F) hasta que vi un objeto oscuro y estrecho que aparecía lentamente a 24 metros (80 pies). Era la parte superior de un mástil que aún estaba en posición vertical. Se me puso la piel de gallina a medida que la totalidad de la goleta de madera se dejó ver con una visibilidad de casi 30 metros (100 pies). Debido a que los barcos y artefactos están sumamente intactos, estos naufragios me permitieron disfrutar de lo más parecido a un viaje en el tiempo.

Buceadores exploran la proa del Florida en el lago Huron, Michigan
Los buzos exploran la proa del Florida en el lago Hurón, Michigan. Foto por Keith C. Flood

A la mitad del recorrido, comencé a sentir una picazón alrededor del pecho debajo de mi traje seco durante el intervalo de superficie. Inmediatamente tuve un sentimiento negativo, ya que esa era la tercera vez que había tenido esa sensación en cinco años. Me quité el traje y pude ver los signos delatores de la enfermedad por descompresión: protuberancias rojas y elevadas que indicaban una enfermedad por descompresión (EDC) cutánea cubrían parte del extremo superior izquierdo de mi pecho. Le conté a Becky al respecto de forma inmediata y comencé a respirar oxígeno al 100 por ciento a través de mi rebreather (recirculador) mientras permanecía inmóvil y descansaba en el barco. La picazón y la erupción desaparecieron dentro de los 30 minutos.

Mientras hablaba con Becky y Dave sobre mi situación esa noche, Dave me preguntó si me había sometido una prueba para comprobar la presencia de un foramen oval permeable (FOP). Su padre, que era cardiólogo, le había mencionado a Dave que la presencia de casos repetitivos no deseados de EDC es un indicio para comprobar si hay un FOP. Un pequeño orificio entre las dos cámaras superiores del corazón permite que la sangre pase de la aurícula derecha a la izquierda cuando el individuo está en el útero, pero después del nacimiento y al respirar por cuenta propia, el orificio se cierra naturalmente en la mayoría de las personas. No obstante, en aproximadamente el 25 por ciento de la población el orificio permanece al menos parcialmente abierto, pero habitualmente no causa ningún efecto adverso. Si bien el riesgo general de EDC es bajo, es más alto en buzos que tienen un FOP.

Me puse en contacto con DAN y les envíe los registros de mi computadora, pero no había nada destacable sobre mis perfiles de buceo. Siempre he sido muy diligente acerca de mi hidratación y en este buceo había extendido mi parada de descompresión final más allá de mi ya conservador programa de descompresión. Gracias a DAN, comencé a informarme sobre los FOP, y mis circunstancias coincidían con la posibilidad de tener uno. El personal médico de DAN me recomendó que me sometiera a una prueba con contraste para detectar burbujas.

Mi médico de cabecera, que no tenía experiencia con los FOP y el buceo, me derivó a un cardiólogo. En unas pocas semanas me sometí a una prueba con contraste para detectar burbujas, que incluía inyectar una jeringa de solución salina y burbujas de aire en una vena del brazo para que pasara a través de mi sistema circulatorio mientras me realizaban un ultrasonido del corazón. No tuve que esperar mis resultados, ya que podía ver claramente cuando las burbujas pasaban entre mis aurículas a través del FOP. Me sentí aliviado de tener una posible respuesta al misterio que rodeaba mis episodios de enfermedad por descompresión cutánea mientras que mis colegas buzos que usaban los mismos perfiles de buceo no experimentaban esos efectos adversos.

la piel se dobla
El autor muestra el sarpullido con picazón que indica la presencia de una enfermedad por descompresión. 
Foto por Keith C. Flood

Después de la prueba me derivaron a un cirujano cardíaco experimentado que se especializaba en cierres de FOP. En DAN me acompañaron en todo momento para confirmar que iba por el buen camino para tomar una decisión informada sobre si debía cerrar mi FOP. Me preocupaba la posibilidad de tener que abandonar la práctica de buceo, practicar solo buceo deportivo en aguas superficiales o someterme al procedimiento médico optativo para cerrar el orificio en mi corazón.

Después de hablar con otros buzos que habían vuelto a bucear después de someterse a procedimientos para cerrar un FOP, consultar a DAN y considerar las ventajas y desventajas con mi equipo médico, decidí someterme al cierre de mi FOP.

El procedimiento se realiza con anestesia local mientras el corazón aún mantiene vivo al individuo. El cirujano inserta un dispositivo de cierre de níquel y titanio con forma de paraguas a través de un catéter desde una vena grande en la pierna hacia el corazón. En ocasiones puede ser un procedimiento ambulatorio, pero el mío incluía una noche en el hospital. Seis meses después del cierre, una prueba con contraste de seguimiento para detectar burbujas garantizó que el FOP se había cerrado completamente y me autorizaron a volver a bucear.

Me esforcé y recuperé el nivel de buceo que tenía antes del cierre de mi FOP, pero aún presto mucha atención a las prácticas recomendadas para el buceo técnico. Siempre me mantengo hidratado, uso perfiles de buceo conservadores, agrego algo de tiempo a mi parada de descompresión final y nunca dudo a la hora de suspender un buceo si las circunstancias no son ideales.

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