Gar Waterman: el escultor de babosas de mar

Con cada nudibranquio que Gar Waterman ha cortado, cincelado y pulido en piedra, espera comunicar su peculiar belleza y su función científica como especie indicadora.

Lo que el arte y los nudibranquios pueden enseñarnos sobre el calentamiento global.

Ciudad natal: New Haven, Connecticut

Cantidad de años de buceo: 56 (mi primer buceo fue cuando tenía 9 años en Tahití).

Destino de buceo favorito: probablemente el archipiélago de Revillagigedo. Realicé un buceo memorable allí con mi padre para el especial de Discovery Channel en 1990 —mantas gigantes y agua cristalina con nubes de ceniza volcánica y la extraordinaria topografía. Espero poder regresar algún día.

Por qué soy miembro de DAN: si algo sale mal durante un buceo en algún lugar remoto, obtener ayuda puede ser un enorme desafío. DAN cuenta con una red mundial para identificar la ayuda más cercana y apropiada lo más rápido posible. ¿Sufrió una enfermedad por descompresión en el mar de Banda cerca de Irian Jaya? Si alguien puede ayudarlo allí, será DAN.


escultor de babosa de mar

Conocidos por sus impresionantes colores, patrones y formas, los nudibranquios se encuentran en mares de todo el mundo. Estos moluscos marinos de cuerpo blando, a menudo llamados babosas de mar, son sujetos favoritos de los fotógrafos submarinos. También capturaron la imaginación del escultor Gar Waterman, hijo del legendario cineasta Stan Waterman. 

La fascinación de Gar por las babosas de mar va más allá de su apreciación estética por su forma singular y orgánica. Debido a que la mayoría de ellas tienen un ciclo de vida de menos de un año y se adaptan rápidamente a los cambios en su entorno, los científicos las han considerado una “especie indicadora” —un organismo cuya presencia, ausencia o abundancia refleja una condición ambiental específica. En este caso, los nudibranquios están ayudando a los investigadores a comprender el impacto del calentamiento global sobe la salud del océano.

Con cada nudibranquio que ha cortado, tallado y pulido a partir de un trozo de piedra, Waterman espera comunicar su extravagante belleza y función científica. Para crear estas obras, el escultor con residencia en New Haven, Connecticut, depende de las imágenes tomadas por fotógrafos submarinos y su memoria tras verlas en expediciones de buceo con su padre.

Un año mágico

Waterman creció en Princeton, Nueva Jersey, y pasó veranos idílicos en Maine, pero en 1965, cuando tenía 9 años, su padre decidió mudarse con toda la familia a Tahití y documentó la aventura para National Geographic. Era la primera vez que el más joven de los Waterman experimentaba con el buceo.

El joven Gar con su padre, Stan
El joven Gar con su padre, Stan

“En ese entonces, yo solo hacía lo que se me decía”, recordó Waterman. “A los 9 años no tienes demasiada perspectiva. Iríamos a un lugar en el sur del Pacífico y teníamos alguna idea de que esto era inusual —dejamos la escuela y nuestras rutinas. Este era el trabajo de nuestro padre, y nosotros iríamos con él. Desde luego, fue un año extraordinario para todos nosotros. Recuerdo tantos momentos diferentes con total claridad, mientras que los recuerdos de los años anteriores y posteriores son vagos. En ese entonces no era consciente de lo privilegiado que era de tener esa experiencia, pero estableció un vocabulario visual para mí y fue el comienzo de mi amor por el mundo submarino”.

A lo largo de los años, Waterman se unió a su padre en otras expediciones, pero fue el año que pasó en la Polinesia Francesa lo que lo inspiraría y le daría forma a su trabajo. “El trabajo de ese año sentó una base en términos de imágenes, mucho antes de que me diera cuenta de que dedicaría mi vida a ser escultor”, comentó. “Hoy en día, aún recurro a esa base de datos visual para mi trabajo”.

Corazón de piedra

Cuando Waterman tenía 10 años, su familia regresó a los Estados Unidos; eventualmente obtuvo una licenciatura en francés de Dartmouth College.

“Mi inclinación hacia el arte y la ciencia ha evolucionado a lo largo de mi vida, de manera similar a cómo me convertí en escultor”, compartió. “No fue una decisión consciente. Fue un breve instante de autorreflexión donde me di cuenta de que era más feliz cuando creaba cosas. Todo apuntaba en esa dirección”.

Después de su graduación de la universidad, Waterman estuvo ciertamente a la deriva. “Pasé un verano en Maine, y luego llegó el otoño y no tenía idea de qué iba a hacer”, afirmó. “Me esforcé por tener una rutina e hice algunos trabajos cinematográficos con mi hermano y mi padre. Era simplemente un obrero, y siempre había algo voyerista en ello que carecía de un verdadero compromiso —llegas con tu cámara, obtienes lo mejor de lo que sea que fuiste a buscar y luego te marchas”.

Waterman montó un pequeño estudio en el garaje de un amigo en Princeton y comenzó a juguetear. En ese momento tomó una decisión crucial para convertirse en un artista profesional. “Conocí a un escultor, que era amigo de mi compañero de cuarto de la universidad, y me contó sobre Pietrasanta, Italia, y me dijo que podría aprender a tallar piedra allí”, contó Waterman. “Tenía algo de dinero de mi trabajo cinematográfico, por lo que decidí ir. Terminó siendo una de las mejores decisiones de mi vida. Era uno de los muchos aspirantes a escultor —viejos y jóvenes, famosos y desconocidos— que estaban allí por la piedra.

“Terminé yendo y viniendo durante siete años. Cuando volvía a casa vendía suficientes esculturas como para ganar el dinero necesario para regresar, y sin nunca tener algún tipo de revelación de que sería un artista, y eso es en lo que me convertí”.

Escultura de calamar de Humboldt
Escultura de calamar de Humboldt

La serie de babosas de mar

Si bien Waterman no ha buceado en muchos años, la influencia del año que pasó en la Polinesia Francesa y de otras expediciones es inconfundible en sus esculturas de nudibranquios y algunas que ha creado de conchas, peces y otras criaturas marinas.

“Cuando trabajaba con mi padre, habitualmente buscábamos criaturas más grandes para sus películas”, manifestó Waterman, “pero a mí me encantaba instalarme en el fondo cuando podía y mirar con atención el arrecife para ver qué había allí. Siempre me ha gustado observar a algunas de las criaturas más diminutas —camarones, nudibranquios, etc. A medida que fui evolucionando hasta crear esta serie de esculturas de babosas, me di cuenta de que debía haber una manera de agregar una inflexión ambiental al trabajo y darle un poco de relevancia más allá de solo crear objetos de arte.

Los nudibranquios han sido las estrellas de exposiciones pasadas, incluso la reciente “A Slug’s Life: Facing the Climate Endgame (La vida de una babosa: haciéndole frente al cambio climático) en el Acuario Marítimo de Norwalk (Maritime Aquarium in Norwalk), Connecticut.

Espera que las esculturas no solo creen conciencia, sino que también “promuevan alguna clase de compromiso real con el proceso en el que se intenta preservar el mundo natural y todas estas pequeñas ‘bestias’ que probablemente se pierdan por la acidificación de los océanos”, afirmó. “Hacer una presentación positiva puede ser todo un desafío porque si todo es fatalidad y pesimismo las personas pierden el interés. Se debe capturar su atención sin realmente decir: ‘estas criaturas probablemente morirán por lo que le estamos haciendo al medio ambiente’”.

El arte inspirado por la naturaleza es el movimiento artístico más antiguo que existe, y creo firmemente que mi trabajo forma parte de esa continuidad. Cualquier artista que se inspire en la naturaleza en la actualidad debe intentar encontrar la manera de que su trabajo se una al resto de las voces que se pronuncian a favor de una mayor conciencia ambiental, de lo contrario es posible que su objeto de estudio desaparezca antes de que se den cuenta”.


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© Alert Diver - Q3/Q4 2021

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